28 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 29.-María de Quintana

- ¿Puede saberse qué hacéis aquí, señora? Dudo que sea un lugar para vos... ¿Qué se os ha pasado por la cabeza? - María hizo una mueca de disgusto ante la reprimenda de Leo - Os dije que volvería mañana...

Esas palabras la hicieron sonrojarse, pues Leo las pronunció en un susurro apenas audible. Se estremeció mientras los penetrantes ojos de él la escrutaban.

- Yo... - se maldijo a si misma por su tono de voz vacilante - ¿Y a vos qué os importa? Dudo que mi seguridad os preocupe y que mi compañía os agrade. - con un gesto de desdén se apartó de él girando el rostro en dirección a la tabernera, que los observaba fijamente mientras limpiaba unas jarras - O quizá sí que os importe, - comentó con fingida indiferencia volviéndose hacia él - pues teméis no cobrar vuestra parte. Soy una mujer de honor, de palabra, y me pase lo que me pase, mañana mismo tendréis vuestro dinero.

Los dos hombres que estaban cerca se revolvieron nerviosos en sus asientos. María les dirigió una mirada glacial, y recibió lo mismo a cambio. Volvió a estremecerse, ya no se sentía segura en aquel lugar, ni siquiera junto a Leo. Se volvió para decirle a su criada que se marcharían en seguida, pero ésta ya no estaba allí. Un nudo se formó en su garganta, y el pánico se reflejó en sus ojos.

- ¿Dónde demonios se ha metido esa chiquilla? - rugió - Os juro que cuando la encuentre se enterará de quien es su señora. La mandaré azotar hasta que caiga desvanecida ante mis ojos.

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