7 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 20.-Leonardo

Y su último movimiento también funcionó a la perfección. Las cosas iban demasiado bien así que empezó a desconfiar un poco. Le pasaba a menudo. Cuando todo iba tan bien, empezaba a desconfiar. Lázaro siempre decía que era el perfecto pesimista.

Por suerte la comida también discurrió sin problemas. Muy silenciosa para su gusto, pero deliciosa, al fin y al cabo. Hacía siglos que no comía nada así. Por la misa que podría comer así toda su vida. De hecho, casi tuvo que contenerse para no lanzarse a la comida como un muerto de hambre. Pero por el Altísimo que era difícil. Realmente estaba muerto de hambre. Aún así se contuvo.

La joven, aunque comió de buena gana, parecía algo enfadada. No abrió la boca hasta el segundo plato y, por lo poco que la conocía, le pareció todo un logro. Por lo visto no le hacía ninguna gracia la boda. Peor para ella. Era una mujer. Noble. Y una cría. La casarían quisiera o no.

- ¿Quien es esa mujer a la que buscáis? ¿por qué la buscáis?

-¿Amelia? -Vaya, no se había parado a pensar en dónde encajaba la revoltosa en sus engaños. -Pues... es una joven con mucho talento. -Más de lo que a ellos les gustaría, en ocasiones. -Huyó de su casa. Dejó a su gente y huyó, buscando el fantasma de un padre que no conoció y que dudo que llegue a conocer nunca. -Torció el gesto al pensar en la revoltosa y en su madre. Leonardo tampoco había llegado a conocer a su padre. Su madre siempre le había dicho que era hijo descendiente de algun señorío importante, pero nunca supo o quiso decirle de cual. Su nombre se había perdido en una interminable lista de pretendientes y clientes. Pero aseguraba que era noble, y había dedicado parte de sus ahorros en educar al joven en las artes y maneras de los más dignos señores. -Prometí a su familia que la encontraría y la devolvería a su cuidado. -Y no podía ser más cierto. -Pero nos lleva una buena delantera y temo haber perdido su pista en Lourdes.

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