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18 de junio de 2012

Siguiente paso

Pues bien, hemos vuelto al punto cero. Se ha terminado la historia nueva así que... ¿Ahora qué?

He oído comentarios por ahí de que os gustó el "Elige tu propia aventura" pero con eso voy a pocos así que... ¿qué más queréis leer? ¿Tenéis alguna opción? ¿Alguna sugerencia? Es vuestro momento de opinar...

Os dejo una encuesta, que sé que os gusta...

¿Qué queréis?

a) Muchos Elige tu propia aventura
b) Más comiditas
c) Trocitos de todo y nada
d) Otra historia ya escrita, que va rápido
e) Poesía
f) Colaboraciones con otra gente "y yo te ayudo" (sin colaboradores, no hay)
g) Otros... Y si le dais a otros, comentáis, leñe... Pulsar otros y reírse no vale, Rober.


5 de junio de 2012

Persiguiendo a Amy 55 .- Salvatore



Salvatore remató con disgusto al desdichado arrodillado a sus pies, limpiando el filo de su daga con su pañuelo antes de envainarla. Siguió a los demás escaleras arriba hasta abandonar aquel antro, y miró al cielo. Aún era noche cerrada, tenía tiempo. Sonrió.

- Caballeros... -hizo una reverencia, quitándose el sombrero, como si fuesen señores- ¡no me busquéis hasta por la mañana! ¡Nos veremos en la taberna de antes! -apuntilló ya desde lejos, perdiéndose tras la esquina de una callejuela.

Tenía buen sentido de la orientación, en unos minutos había llegado, escurridizo como una sombra, hasta la casa de la amiguita de Leonardo. Las contraventanas de la habitación de la criada no estaban cerradas, así que se aventuró a lanzar un guijarro contra el cristal, escondiéndose después entre las sombras del callejón, al acecho. No había pasado ni un minuto cuando las ventanas se abrían, asomando la cabeza de la joven. Salvatore sonrió, era evidente que la muchacha lo estaba esperando, y su sonrisa se ensanchó cuando le dijo que su señora no estaba en la casa. Antes de que terminara la frase Salvatore había trepado al balcón con la agilidad de un felino, y se colaba por la ventana.

La muchacha era pequeña y algo flaca para su gusto, pero tenía unos ojos bonitos y una sonrisa dulce. No le costaría demasiado seducirla, aquel brillo en los ojos ya la delataba, pero aún así sacó su laúd y, arrodillándose ante ella le cantó muy bajito una mentira que ella, arrobada de gozo, quiso creerse, y alabó sus oídos de criada con palabras que merecería una princesa... Porque tenía debilidad por aquellas pobres muchachas cuya juventud se marchitaría fregando, o cocinando, o barriendo, o en las más brutas tareas, y que probablemente se entregarían a otros más bárbaros que no se tomarían la molestia de cortejarlas. De modo que cantó para ella con su mejor voz:

Desd´el día que miraron mis ojos vuestra presencia,
de tal forma se mudaron, que no consiente ausencia.

Vuestros amores é, señora, vuestros amores é...

Tengo siempre el pensamiento en servir i contentaros,
que vuestro mereçimiento jamás me dexa olvidaros.

Vuestros amores é, señora, vuestros amores é...

Es vuestra gentil figura tan perfeta y acabada
que con gracia y ermosura teneis mi vida rrobada

Vuestros amores é, señora, vuestros amores é...

Pues quiso mi ventura que de vos fuese cativo,
dadme vida sin tristura, pues por vos muriendo bivo.

Vuestros amores é, señora, vuestros amores é...


No hizo falta mucho más para que la pobre se rindiera a los encantos del bardo, aquellas eran conquistas con poco riesgo y poco mérito, pero se entregaban casi con candor, y eso le hacía sentirse algo incómodo cuando abandonaba el cuarto a hurtadillas, en la madrugada. No pudo resistirse a darle un beso antes de salir de nuevo a la noche, creyéndola profundamente dormida. Mas la chica despertó, y al verlo vestido, unas lágrimas silenciosas acudieron a sus ojos. No parecía extrañada, sólo triste. Lamentó no haberse ido antes. Y cuando buscaba desesperadamente algo que decir, fue ella la que habló:

- Es por esa tal Amelia a la que buscáis, ¿no? ¿vos también la amáis, no es así? A fe que es bella... -hipó, secándose las lágrimas con la sábana.

Salvatore se acercó y la cogió por las muñecas, mirándola a los ojos:

- ¿Habéis visto a Amelia? ¿está aquí?

-La mujer forastera de los ojos verdes y larga melena... -la chica, algo asustada, desistió de la escena de celos, y contestó a las preguntas con la mansedumbre de años de servir- Esas... mujeres siempre llaman la atención allá por donde pasan. La vi hace dos o tres días en el mercado, compraba comida para marchar hacia la capital. Iba vestida con un peto de cuero, como un hombre, y llevaba una espada corta, como los demás hombres con los que iba.

- ¿Un peto de cuero? ¿como los de los soldados? ¿eran soldados? ¡vamos, cuéntame! -le dijo, con cierta urgencia.

- Esa... esa impresión me dio, mercenarios que marchaban a la capital, como muchos otros han hecho desde que empezaron los conflictos...

- Grazie mille, cara...

La muchacha aún lloraba cuando la besó por última vez y salió por la ventana. Aún no había amanecido, pero tenía que correr a la posada y despertar a Leonardo y los demás. Tal vez la Revoltosa estuviera en grave peligro.

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(Salvatore por Sherezade)

27 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy 39.- Salvatore


Salvatore se despidió de las mujeres dedicándole un guiño a la joven criada. Memorizó la casa, y sopesó si sería capaz de trepar al balcón. Sí, sería. Cuanto antes encontrasen a aquel condenado ludópata, antes volvería. Y si no fuera porque le sacaba una cuarta, le molería los huesos a palos, para quitarle aquel vicio malo. Con la de mujeres que había sueltas, no tener ojos nada más que para un par de dados de hueso girando en un tapete...

Cuando al fin estuvo libre, y después de un par de chanzas sobre la "condesita", se dirigió en serio ya a Leonardo:

- Creo que lo más rápido será usar el truco del pardillo. ¿Aún tenéis algunas monedas? Juntadlas y dejadme hacer a mi, que con la cara de Conrado no iba a colar... Ahora sólo he de acercarme a aquella esquina oscura de la plazuela, fingir el habla de un gañán, y ese gesto perdido que se le pone a veces a Servando... Y comentar con vosotros, en voz algo alta que vengo a probar eso del rampono a la capital... -Dijo Salvatore, belfo adelantado, encasquetándose el sombrero y bizqueando con aire teatral…

- ¡No exageres! -dijo Conrado, dándole un empujón en el hombro que casi lo hace caer. Pero Salvatore estaba convencido de que le había hecho gracia, aunque él siempre se riese hacia dentro.

Los avariciosos trileros, jugadores empedernidos y demás escoria local no tardarían en acercarse e invitarlos, casi con seguridad hasta el sitio adonde se habían llevado a Servando...

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(El gran Salvatore, por Sherezade.)

19 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 35.-Leonardo Medina

Leonardo observó, desencantado, cómo la joven abofeteaba e insultaba a su criada. Por un momento, notó cómo una oleada de rabia le calentaba el pecho y las mejillas. Malditos nobles y sus aires de superioridad... Ahora sí que no pensaba ser benévolo en absoluto con la muchacha. La observó fríamente, y más fríamente le respondió.

-No me queda otro remedio, señora. Mi dignidad me impediría hacer otra cosa. No puedo dejar a dos damas solas en la noche. Pero tal vez tengamos que dar un rodeo. Seguimos teniendo que buscar a nuestro compañero.

Le dio la espalda, girándose hacia la sirvienta que permanecía encogida, con la mano en el rostro. Le tendió una mano. Ella malinterpretó el gesto encogiéndose más. Al final, aceptó la mano que le tendía, así que Leo le ayudó a levantarse.

-Tranquilizaos, pequeña. No os volverá a pegar...

Miró a María cargado de intención. Luego le ofreció el brazo, como con desgana, mientras tendía la mano de la doncella a Salvatore, que de inmediato la sujetó, ofreciéndole apoyo.

-Creo que podemos empezar hacia allí. En todo caso, es la dirección que debemos tomar para llevar a estas damas a salvo a casa.

14 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 34.-María de Quintana

Rabiaba ante el apelativo cariñoso que Leo le había impuesto. Fingiendo indiferencia, mas sin lograrlo, salió encontrando a la criada muerta de miedo y tiritando. Impulsada por los nervios y la rabia acumulada ante las miradas de Leonardo, levantó el brazo y abofeteó a la muchacha.

- ¡Maldita desagradecida! ¿Cómo te atreves a desobedecerme y a salir de aquí sin mi permiso? - la miró con un destello de ira en sus ojos y un tono severo en su voz - ¿Es esa la fidelidad que le tienes a tu señora? Hablaré de esto con tu señor, él se ocupará de que tengas el castigo que mereces.

Se recogió la falda y miró a Leonardo a los ojos. Al principio la expresión de éste había sido de sorpresa ante su reacción, mas ahora la miraba sin expresar emoción alguna. Los sentimientos opuestos hacia el joven libraban una dura batalla en su interior.

- Mi señor, os agradecería que me acompañaseis a casa. Dado que ni siquiera puedo fiarme de la fidelidad y compañía de la criada - dijo dirigiéndole una desaprobadora mirada - Si no tenéis inconveniente...


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María, como siempre, por Xie.