30 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 30.-Leonardo

-Eso no estaría bien. A lo mejor lo está pasando peor que vos cuando llegasteis, ¿no os parece? Vamos, no paguéis vuestro enfado con ella. No está bien pegar a los criados, mi dulce niña, ni siquiera yo era... soy tan cruel.

Era bastante cierto. En su época de fingido noble había azotado a un par de ellos, pero se lo merecían. Los habría azotado igual si los hubiera encontrado una noche de taberna... De hecho, en una taberna habría sido menos misericorde...

La dama lo miraba enfurecida. No llevaba bien sus reproches y menos aún que la hubiera llamado niña, pero él no se dio por aludido y le sonrió. Se atrevió, incluso, a sujetarla del brazo y acercarse aún más a ella.

-Vamos, no os enfadéis... Claro que me fio de vos y que aprecio vuestra compañía. ¿No veis que podía haber solicitado ya hoy el pago a nuestros servicios? -La última frase la volvió a susurrar. Lo cierto era que no se le había ocurrido hasta ese momento. A veces se le pasaban las cosas más importantes. Lázaro seguro que no se lo tomaría a bien... Así que mejor si no se enteraba... Mejor si no se enteraban los demás. -Vamos, no soporto ver a una mujer así enfadada.

Mentía. En realidad le encantaba hacerlas rabiar. Antes de tener que dejar atrás al joven italiano, a veces apostaba con él y Salvatore a ver quién era capaz de enojar más a una dama en menos tiempo.

Sujetó a María por la cintura y la miró a los ojos. Teniéndola así, en sus manos, vino a su mente una canción que su hermana había aprendido de Salvatore y que cantaba muy a menudo. No porque María fuera una dama con la D mayúscula o porque fuera condenadamente ingenua...

A su mente más bien acudían los últimos versos, ese "Judas, bésame una vez más, mientras tengas aliento y vida, hasta la recompensa". Dulce recompensa le auguraban esos ojos verdes que ahora no se despegaban de los suyos.

Tal vez sí le correspondiese a él besarla. A fin de cuentas él era Judas, era el traidor... Se inclinó y la besó, despacio, dulcemente. Un beso casto y amable sobre la frente de la joven. Que sufriera. Que lo deseara. Quería que fuera ella quien lo desencadenara...

-¿Más tranquila, mi niña? Vamos a buscar a esa sirvienta vuestra para que os acompañe a casa antes de que oscurezca del todo. Y ya de paso... -se giró hacia los otros dos hombres -¿buscamos a Servando, caballeros, o nos arriesgamos a la amonestación del padre Lázaro?

28 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 29.-María de Quintana

- ¿Puede saberse qué hacéis aquí, señora? Dudo que sea un lugar para vos... ¿Qué se os ha pasado por la cabeza? - María hizo una mueca de disgusto ante la reprimenda de Leo - Os dije que volvería mañana...

Esas palabras la hicieron sonrojarse, pues Leo las pronunció en un susurro apenas audible. Se estremeció mientras los penetrantes ojos de él la escrutaban.

- Yo... - se maldijo a si misma por su tono de voz vacilante - ¿Y a vos qué os importa? Dudo que mi seguridad os preocupe y que mi compañía os agrade. - con un gesto de desdén se apartó de él girando el rostro en dirección a la tabernera, que los observaba fijamente mientras limpiaba unas jarras - O quizá sí que os importe, - comentó con fingida indiferencia volviéndose hacia él - pues teméis no cobrar vuestra parte. Soy una mujer de honor, de palabra, y me pase lo que me pase, mañana mismo tendréis vuestro dinero.

Los dos hombres que estaban cerca se revolvieron nerviosos en sus asientos. María les dirigió una mirada glacial, y recibió lo mismo a cambio. Volvió a estremecerse, ya no se sentía segura en aquel lugar, ni siquiera junto a Leo. Se volvió para decirle a su criada que se marcharían en seguida, pero ésta ya no estaba allí. Un nudo se formó en su garganta, y el pánico se reflejó en sus ojos.

- ¿Dónde demonios se ha metido esa chiquilla? - rugió - Os juro que cuando la encuentre se enterará de quien es su señora. La mandaré azotar hasta que caiga desvanecida ante mis ojos.

26 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 28.-Lázaro

Por lo visto Leonardo se había encaminado en su busca así que no tendría que preocuparse por él. Encontraría a los demás. Y deshacerse de la chica no había sido una gran empresa. La joven seguía intimidada en su presencia. Lo cual era lógico teniendo en cuenta que le había rasguñado la garganta con su puñal.

Se encaminó, pues, hasta el ayuntamiento. Encontrar a un joven dispuesto y pedir audiencia fue todo uno. Esperaron allí durante un largo tiempo hasta que les dieron entrada. El alcalde de la ciudad les esperaba rodeado de pliegos y libros.

-Pax vobiscum.

-¿Quiénes sois? ¿Qué deseais?

-Mi nombre es Lázaro, señor. Padre Lázaro. Vengo como representante de la Iglesia Aristotélica. Estoy en misión diplomática, debo entregar este mensaje al obispo de Zaragoza.

Le mostró la carta que había escrito apenas hacía unas horas, poniendo especial cuidado en que el sello resultara visible para el alcalde.

-¿A qué acudís, pues, a mí?

Lo escudriñaba escamado, obviamente. Iba vestido con sus ropas de siempre. Parecía un bribón. Qué propio.

-Señor... Bien veis que estos ropajes no se corresponden con mi rango. Habéis de saber que he sido asaltado en mi trayecto a vuestra ciudad. Se llevaron mi dinero y mis ropajes, aunque tuve la fortuna de salvar este preciado documento. Y de encontrar a este caballero -señaló a Hernán que permanecía firme a su vera -y a sus compañeros que tuvieron la bondad de acompañarme y escoltarme.

-Sigo sin ver qué tiene que ver eso con vuestra presencia aquí. No tengo tiempo para...

-Señor, he venido a solicitaros vuestra ayuda y vuestra clemencia. Como comprenderá, no puedo presentarme de esta guisa frente a mis superiores...

-Si queréis limosna, padre, id a buscarla a la Iglesia. Estamos en tiempo de guerra, hay carestía por todas partes, no puedo daros nada.

-Sin embargo...

La negociación aún duró un buen rato. El alcalde creyó su historia a pies juntillas, en eso habían triunfado. Y aunque bien es cierto que la carestía asolaba el lugar, finalmente el poder de persuasión del mayor de los Medina consiguió sacarle unas cuantas monedas y una recomendación para el monasterio más cercano. Era muy poco dinero, pero menos daba una piedra. A no ser que la piedra fuera bien encaminada a la cabeza de algún adinerado en el camino, claro está... Y tampoco podía pedir mucho más. En cuanto a los monjes... No pensaba volver a acercarse a un monasterio en mucho tiempo. Tal vez cuando se viera al borde de la muerte fuera un buen lugar para morir, pero por la misa que no tenía prisa... Aunque tal vez enviara a Leonardo a por un hábito...

-Que el Altísimo os guarde, señor. -Hizo un gesto de bendición antes de salir del despacho. -Buenas tardes.

23 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 27.-Leonardo Medina

Cuando llegó a la taberna encontró a Salvatore y Conrado tal y como los había dejado Lázaro, sentados a la mesa, con su bebida delante, Salvatore, además rasgando su instrumento. ¿Es que no perdía ocasión de ponerse a tocar? Hizo un gesto a la tabernera pidiéndole una jarra de cerveza. La mirada indignada de la mujer le confirmó que los hombres llevaban allí un buen rato... El suficiente, al menos.

-¿Lázaro, Servando y Hernán?

Conrado se encogió de hombros. Salvatore fue algo más explícito.

-Tu... El padre Lázaro fue a hablar con el alcalde. Se llevó a Hernán como escolta.

-¿Y Servando?

-Sí... Bueno... Servando... Lo estamos buscando.

Sonrió descaradamente. Conrado dio un trago a su vaso.

-En esta jarra no está. Pídeme otra, a ver...

Leonardo suspiró. Lázaro iba a enfadarse... Pero bueno. Seguramente tardaría. Tenía tiempo...

Iba a sentarse con los otros dos cuando la vio entrar. Vaya. Si al final lo difícil sería librarse de la muchacha...
De todos modos, giró la cabeza hacia los hombres como si no la hubiera visto, ignorándola ex profeso. Quería ver qué pretendía. No sería él quien se acercara...

Desoyó los gritos a su espalda. Fue Salvatore quién le llamó la atención al respecto de lo que sucedía.

- Definitivamente, menudo carácter gastan las hembras por aquí... ¿No deberías ir a ayudarla de nuevo?

De modo que acudió a sacar a la muchacha de aquel aprieto.

-Disculpen, caballeros... Pero la moza está conmigo.

Acarició la empuñadura de su daga, dando a entender que no bromeaba al respecto, y la arrastró hasta la mesa desde la que sus compañeros observaban divertidos.

-¿Puede saberse qué hacéis aquí, señora? Dudo que sea un lugar para vos... ¿Qué se os ha pasado por la cabeza? -Y luego bajo, muy bajo, como si se arrepintiera de decirlo -Os dije que volvería mañana...

¿Qué dama podía resistirse a un susurro "tan sincero"?

21 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 26.- María de Quintana

Se despidió de Lázaro declinando su ofrecimiento de caminar juntos. Cuando el Padre siguió su camino, María miró a su alrededor algo desorientada. La imagen de Leo, a lo lejos le hizo volver a la realidad. El joven entraba en ese preciso momento en una taberna, y María, con paso decidido, le siguió casi a la carrera. Cuando la criada vió lo que su nueva señora se proponía, tiró de su brazo intentando retenerla.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - le espetó María con una mirada cargada de ira.

- Mi...mi señora. - balbuceó - Ese lugar al que vos queréis entrar...ahí no entran las señoras de su clase. Sólo mujerzuelas de mala vida, y criadas como yo. - bajó la cabeza avergonzada - Os lo ruego, mi señora, volvamos a casa...

María alzó la mano y abofeteó a la criada. Se recompuso, intentando relajar su rostro, y se alisó la falda. Con paso firme, se dirigió hacia la puerta de la taberna, con la afligida criada tras ella. Al entrar, varios hombres se giraron. María vio a Leonardo y con paso ligero se acercó a él, mas por el camino, un viejo orondo y sucio, le dio una palmada en el trasero. El rostro de María se tensó de nuevo, y girándose sobre sus talones le plantó una sonora bofetada al bribón.

- ¿Quién os ha dejado salir de vuestra pocilga? - bufó la joven.

- Vamos princesa, no vayas de digna...dime, ¿te apetece pasar un buen rato? - se burló ofreciéndole unas cuantas monedas a María.

- Sólo disfrutaría viendo cómo acabáis en la horca. Y me aseguraré de que ese sea vuestro final, maldito borracho. - a su alrededor, decenas de hombres la observaban - Disfrutad, disfrutar de la velada, pues será la última que pasaréis en este mundo, bastardo.

No se dió cuenta de que Leonardo se había acercado a ella. La tomó del brazo y se la llevó a un rincón apartado. María le miraba con ansiedad, sintiéndose avergonzada por el lamentable espectáculo.

- ¿Cómo ha podido pensar ese...oh, ese maltido bastardo, que soy una de esas mujeres de mala reputación? - gimió aferrándose a su brazo.

19 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 25.-Servando

Tres golpes largos, cuatro cortos, doce largos, nosecuántos cortos, un porrón de largos... ¿Se pensaban tirar toda la tarde golpeteando la contraseña en esa puerta? Dos largos, uy mira, un perro ¿Qué hará en este callejón tan oscuro?... Siete cortos... Por fin, después del concierto para nudillos y tabla de roble una mirilla se descorrió y un par de pequeños ojos escondidos en el fondo de una cara arrugada observaron a Servando desde dentro. Seguramente se escondían de la monstruosa monoceja que se balanceaba sobre ellos, realmente daba pavor, tan blanca y tan tupida como un cisne y tan erizada como un puercoespín.

-¿Quién vive?- chirrió una voz de anciano desde el otro lado de la puerta

-¿A que no lo adivinas?- le escupió el guía de Servando, el tipo con cara de rata, metiendo un par de dedos por la ranura buscando los ojillos del portero -Por los dioses, media tarde marcando la contraseña para que preguntes "¿Quién vive?"

Gimoteando el guarda quitó la tranca que bloqueaba la puerta, descorrió dos o tres pestillos oxidados y les franqueó el paso a una habitación con olor a humedad. Cuando Servando pasó por su lado notó que el desgraciado abuelo se tapaba los ojos y lloraba. Pobre, seguro que le ha dejado la novia o se le ha muerto el canario, pensó Servan. En cuanto los cinco hubieron entrado la tranca y los pestillos volvieron a su sitio y el llorón se perdió escaleras arriba maldiciendo a todo lo que sabía maldecir. El guía ratonil les condujo hasta una habitación iluminada solamente por un candil colgado de una cadena en el techo, sin ni siquiera una ventana, lo que echó a Servando un poco para atrás. Pero ver unos cubiletes sobre la mesa y sentirse entre amigos fue todo uno, entró como el César habría entrado en Gergovia.

-¿Y a qué queréis jugar, Micer?- le preguntó otro de los muchachos que le habían acompañado desde la taberna, en concreto uno al que le faltaba media oreja y bizqueaba, extendiendo un tapete con varias manchas resecas sobre la mesa -Supongo que conocéis todos los juegos para los que veis material aquí

La duda ofendía, Servando había perdido verdaderas fortunas a todos y cada uno de aquellos juegos. Pero hoy era su noche de suerte, sí señor.

-Primero me gustaría probaros a los dados mentirosos o al Kiriki, si es que sabéis jugar, cosa que no pongo en duda. Por ser menos nobles que los naipes, los dados forman un gran aperitivo antes de llegar a los juegos regios, ¿no es cierto?- pidió el marinero mientras iba intentando encajar su inmenso trasero en la diminuta silla -Después podemos pasar al rampono, dos cartas en mano, cinco vistas, ¿os parece conveniente?

Una sonrisilla cruel y codiciosa le brotó en los labios al mandamás de la troupé. Claro que le parecía conveniente, no importaba el juego, pensaba ganarle a todo. Separó cinco dados de seis caras, numeradas con puntos del uno al seis, los metió en un cubilete hecho de madera y se lo tendió al gigantón.

-Empezaremos jugando a veinte escudos la partida, si no queréis pagar podéis entregar un dado a cambio, pero si os quedáis sin dados tendréis que pagar el doble que si hubierais perdido cinco partidas, además de devolver todo lo que hubierais ganado entre tanto. El ganador es el primero que elimine al otro. Nada de retirarse antes de tiempo .¿Estáis de acuerdo?

Servando bebió de la jarra que se había llevado del Akelarre*, la tabernera ni se había dado cuenta, estaba demasiado ocupada poniendo sus nalgas en las manos del bardo. Miró por encima del borde de la jarra al guía y asintió. Los otros tres acompañaron a su jefe sentándose a la mesa, mirando a Servando como lobos a un cervatillo atrapado en un cepo.

--
(By Yimi)
*Como, a fin de cuentas es un RP sobre un juego, los nombres de tabernas, monedas de cambio y religiones (la Aristotélica es la que, más o menos, profesan nuestros protas) están todas sacadas de ahí

16 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 24.-María de Quintana + Lázaro

(María -by Xie-)

María escuchó atenta a Leo sin probar bocado. Cuando éste terminó, dio un sorbo a su copa y le contempló en silencio. No creía ni una palabra de lo que había dicho, lo que sólo incrementó la curiosidad de la joven. Se encargaría de ese asunto nada más pisar la capital, sin duda sus contactos sabrían algo de esa tal Amelia. Terminaron de comer en silencio, y Leo se despidió de ella, pues según le había dicho, debía reunirse con sus compañeros de viaje.

María salió poco después, dispuesta a hacer algunas compras. No podía soportar estar encerrada en esa casa y sin la compañía de su criada. Una de las criadas del abogado la acompañó, y pasearon por las calles de la ciudad, parando a comprar cada poco. Al doblar una esquina, ahogó un grito en su garganta mientras notaba cómo el corazón le palpitaba con fuerza. Tenía ante sí al que había oído nombrar como Padre Lázaro. Iba con otro de los malolientes hombres con los que había tenido el "placer" de viajar. El Padre apenas reparó en ella en un principio, pero luego la observó fijamente.

- Te...tenga usted buena tarde, Padre. - balbuceó María haciendo una reverencia. Buscó con la mirada la compañía de Leo, mas no le encontró - ¿Dónde habéis dejado al resto? - preguntó intentando ocultar su aflición al no ver a Leo a su lado.

El cura la observó unos momentos antes de responder.

---
(Lázaro)
No tardaron en encontrar quien les encaminara hacia el ayuntamiento. En llegando estaban cuando una voz conocida les increpó. No era otra que la joven del camino, ahora vestida más acorde con su historia. Había conseguido ropas nuevas en muy poco tiempo. Lázaro empezó a dudar si su hermano no habría tenido razón.

Bueno, si era noble les debía una recompensa. Y por la misa que se la cobraría aunque fuera en especies. De momento más le interesaba saber qué había hecho del bribón de su hermano.

-Señora... He de decir que os favorece la estancia en esta ciudad. Bonito vestido. Hacía mucho que no veía una tela y una hechura tan bellas. -La última vez que había estado tan cerca de un vestido así, se ceñía al cuerpo de la revoltosa. -Los demás se han quedado descansando en la taberna. Ha sido un largo viaje, estamos cansados y esto es tan solo una escala. Nos encaminamos a ver al alcalde. ¿Y vos, señora? Si lleváis nuestro camino no nos importaría compartirlo. -A su acompañante sí pareció importarle, pero no dijo nada. -Y hablando de compañía... ¿dónde habéis dejado a mi... a mi buen Leonardo?

Tanto reprender a sus hombres, y casi es él el que mete la pata...

14 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 23.-Leonardo

Lázaro tenía razón. Les hacía falta un buen baño. No se sentía a gusto entre tanto lujo, tan sucio y desharrapado. Y el hecho de que ella no le quitara los ojos de encima no hacía sino hacerle sentir más sucio. Sucio, sucio, sucio. El polvo del camino cubría sus ropas y se mezclaba con su sudor. En una ojeada rápida, se encontró, incluso, manchas de sangre. Ni siquiera sabía si era sangre de salteadores o de algún pobre viajero.

-¿Me disculparéis, señora, si me retiro ahora? Estoy agotado y yo también necesito un baño. Como comprenderéis, de esta guisa estoy fuera de tono entre estas paredes. Y con suerte tal vez consiga algo de ropa. -Sabía que no tendría esa suerte. A no ser que consiguiera una camisa y unos calzones por... quince escudos y cinco denarios. -Además, el resto debe estar preguntándose por mi paradero. Volveré mañana. Espero poder volver a veros. -Y recibir su recompensa, por supuesto. O quizá recompensas... Todo era posible.

Leonardo se despidió de la moza en el salón con una reverencia y de la doncella que le cerró la puerta con un guiño. Luego se encaminó a la taberna más cercana. No vio a ninguno de sus compañeros, así que tuvo que pasear por un par más antes de hallarlos. No le importó. A pesar del frío, el sol lucía entre las nubes y le gustaba sentirlo sobre la cara. Era lo único que un noble nunca podría disfrutar como él, siempre cubiertos y guardándose del sol para mantener su blanca piel intacta... De modo que vagabundeó por las calles de Huesca, preguntando por la taberna más cercana a todo aquel que halló en el camino.

Al final dio con la que habían elegido sus compañeros. Había comido con buen vino, pero siempre venía bien una buena cerveza...

12 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 22.-Lázaro

El agua estaba ya fría cuando Lázaro decidió salir del baño. Sacudió un poco la ropa antes de volver a ponérsela. Necesitaría algo de ropa nueva. Estaba destrozada. Se arregló el pelo mojado delante del espejo. No tenía mala pinta. La mayor parte de sus cicatrices quedaban ocultas bajo la ropa, de modo que podría llegar a dar el pego de hombre de bien. Una vez consiguiera ropa nueva, claro. Pero para eso necesitaba dinero. Y la muchacha les había dicho que no les pagarían hasta el día siguiente (aunque estaba casi seguro de que Leo le sacaría algo antes de que se pusiera el sol...) de modo que tendría que esperar. Tendría que jugársela con esas ropas.

Cerró los ojos unos instantes. Cuando los abrió había dejado de ser Lázaro, el canalla buscavidas, para convertirse en el padre Lázaro, hombre piadoso y de bien. Leonardo podría ser un buen noble, pero nunca había conseguido dar el pego como monje o sacerdote. Él sí. Sus hombres a veces se sorprendían de ello, cómo un bellaco como él podía hacer tan buen religioso… La respuesta era bastante sencilla. Era… bueno, había sido religioso. Su madre había ahorrado para darles una educación. A él le había tocado seguir la vía religiosa. Por herencia paterna, por lo visto. Tomó el colgante del que nunca se separaba. Cogió un pliego de papel de la mesa y, mojando en tinta una pluma que allí había, garabateó varias palabras.

El portador de la presente, el padre Lázaro Medina, es miembro de nuestra insigne congregación y como tal, se encuentra en misión diplomática. Se ruega, pues, acomoden a nuestro buen hermano y hagan buen trato de él, ayudando en todo lo posible a su tan necesaria empresa.


Firmó de modo ilegible. No era una gran misiva, pero en realidad sólo era para disimular. Esperaba no tener que abrirla en ningún momento. Dejó caer un par de gotas de tinta, marcando el papel, lo dobló cuidadosamente y, sacando un trozo de lacre de su bolsa, selló la carta con el colgante. Era el sello de una congregación religiosa del este de Francia. Sus compañeros pensaban que se lo había robado a un monje en el camino. En realidad… Sí, seguramente era robado. Pero no lo había robado él. Se lo había entregado su madre antes de mandarlo al seminario. Por lo visto, había pertenecido a su padre. Era todo lo que tenía de él. Ni siquiera tenía un nombre… Pero, al contrario que la revoltosa, él nunca se había preocupado por buscarlo. Si seguía con vida… Bueno. Si seguía con vida, seguramente ni siquiera sabía que tenía un hijo. Sería absurdo.

Guardó la carta y bajó a la sala comunal. Se acercó a sus hombres.

-Bien, hermanos… Creo que acudiré a ver al alcalde de la ciudad. ¿Alguno de vuesas mercedes haría el favor de escoltar a este pobre monje?

Riéndose, paseó la mirada sobre los tres hombres… ¿Tres?

-¡Eh! ¡Un momento! ¿Dónde se ha metido Servando? ¿Lo habéis dejado marcharse solo? ¡Por la misa que no hay quien pueda con vosotros! –Perjuró un par de veces, olvidado ya el papel. Luego, intentó serenarse un poco. –Uno de vosotros que me acompañe. Necesito un escolta para sostener esta historia. Los otros dos haced el favor de buscar a Servando. Y por Aristóteles, hacedlo antes de que apueste los calzones o acabará desnudo por la ciudad. De nuevo.

9 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 21.-Servando

Lo único que podía escuchar era el sonido de cinco dados de hueso golpearse entre sí dentro de un cubilete y el dulce, dulce deslizar de los naipes contra el tablero de la mesa, aunque estuviera todo en su cabeza. Le había vuelto el dichoso tembleque, necesitaba una copa de vino para templar los nervios. Desde que dejó la mar tenía esos repentinos tiriteos, él los llamaba "el mal de tierra". Rebuscó con el pulso alterado en el bolsillo del chaleco hasta encontrarse un pañuelo mugriento que se aplicó en la ancha calva hasta dejarla seca de sudor por completo.

Echaba de menos el mar, pensó mientras veía el oleaje en su ancha jarra de tinto. El salitre en los ojos, la madera llorando y crujiendo, las velas aullando al ser acariciadas por el viento, los berridos cuando se lanzaban al abordaje, los latigazos del contramaestre, el escorbuto, dejarse las rodillas fregando la cubierta... Vació la primera jarra y consiguió que le pusieran otra a cuenta de Leo, él reservaba su oro para otros menesteres más azarosos, estaba seguro que hoy era su noche de suerte. Se armó de valor y se acercó con pasos vacilantes a la mesa de la esquina. Dos pares de cabezas cubiertas por pelo sucio le miraron como hubieran mirado a un perro sarnoso que se colara en la taberna.

-Busco algo de diversión- articuló casi sin despegar los labios, dándose unas palmaditas en la faltriquera

-¿Tenemos pintas de jineteras, forastero?- escupió uno de los parroquianos sacándose un palillo de entre los dientes. Los otros tres graznaron al unísono riéndole la broma. -Id a la esquina y pregunta por vuestra madre

Servando torció el gesto y paseó el pulgar sobre el cinturón hasta llegar a la cincha de cuero de la que colgaba la colosal maza que usaba como arma. Les sacaba cabeza y media y cuatro arrobas a cada uno, no tenía ni para desayunarse con aquellos petimetres. Claro que con los sesos en un bote no podría desplumarlos a los dados, y era su noche de suerte. Y claro, el problemilla de tener a Lázaro colgado del hombro soltando cosas sobre no llamar la atención, evitar ir a la cárcel y demás zarandajas. Quitó la mano del mango del arma y la llevó hasta la bolsa de monedas, agitándola para que sonase.

-No ese tipo de diversión, truenos y tifones, hablo de enredarme en los brazos de la diosa Fortuna, plantarme frente al azar y vencerlo en justa batalla- se intentó explicar atusándose el tupido bigote

Los ojos ratoniles del líder de los parroquianos brillaron codiciosos al encontrarse a un gigante calvo aficionado a la retórica ardiendo en deseos de pagar sus vicios.

-No reconozco ese acento. ¿De dónde viene, Micer?- preguntó mientras se levantaba de la silla -Os he visto entrar con ese grupo, pero no parecen ninguno de por aquí...

-Malta, pero no vengo de ahí. Tampoco creo que os tenga que contar mis viajes para que rodemos unos dados sobre la mesa, ¿verdad?

-Por supuesto que no, Micer, ¿tendréis la bondad de acompañar a mis amigos a un sitio más íntimo?

No era buena idea, alejarse del grupo a jugar con unos extraños. Leo le habría agarrado de la manga y le habría sentado a su vera toda la noche y Sal se hubiera encogido de hombros y le habría preguntado si había chicas en la partida. Pero ambos andaban ocupados. Servando asintió y se puso detrás del hombre ratón, no podía dejar escapar su noche de suerte.

---
(El gran Servando corre al cargo del aún mayor Yimi -o James, o Jaime, o Jas, o Manu o...-)

7 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 20.-Leonardo

Y su último movimiento también funcionó a la perfección. Las cosas iban demasiado bien así que empezó a desconfiar un poco. Le pasaba a menudo. Cuando todo iba tan bien, empezaba a desconfiar. Lázaro siempre decía que era el perfecto pesimista.

Por suerte la comida también discurrió sin problemas. Muy silenciosa para su gusto, pero deliciosa, al fin y al cabo. Hacía siglos que no comía nada así. Por la misa que podría comer así toda su vida. De hecho, casi tuvo que contenerse para no lanzarse a la comida como un muerto de hambre. Pero por el Altísimo que era difícil. Realmente estaba muerto de hambre. Aún así se contuvo.

La joven, aunque comió de buena gana, parecía algo enfadada. No abrió la boca hasta el segundo plato y, por lo poco que la conocía, le pareció todo un logro. Por lo visto no le hacía ninguna gracia la boda. Peor para ella. Era una mujer. Noble. Y una cría. La casarían quisiera o no.

- ¿Quien es esa mujer a la que buscáis? ¿por qué la buscáis?

-¿Amelia? -Vaya, no se había parado a pensar en dónde encajaba la revoltosa en sus engaños. -Pues... es una joven con mucho talento. -Más de lo que a ellos les gustaría, en ocasiones. -Huyó de su casa. Dejó a su gente y huyó, buscando el fantasma de un padre que no conoció y que dudo que llegue a conocer nunca. -Torció el gesto al pensar en la revoltosa y en su madre. Leonardo tampoco había llegado a conocer a su padre. Su madre siempre le había dicho que era hijo descendiente de algun señorío importante, pero nunca supo o quiso decirle de cual. Su nombre se había perdido en una interminable lista de pretendientes y clientes. Pero aseguraba que era noble, y había dedicado parte de sus ahorros en educar al joven en las artes y maneras de los más dignos señores. -Prometí a su familia que la encontraría y la devolvería a su cuidado. -Y no podía ser más cierto. -Pero nos lleva una buena delantera y temo haber perdido su pista en Lourdes.

5 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 19.-María de Quintana

- No, mi señor, os lo ruego. - sus manos buscaron instintivamente las de él. Asustada por su atrevimiento, las retiró rapidamente y se dió la vuelta confundida - No me gusta comer sola. Además, en ninguna taberna os serviran tan bien como aquí. - se giró y le miró a los ojos, intentando descifrar algo en su mirada. Pero sus ojos eran impenetrables - Y os ruego que no me feliciteis por mis nupcias, pues es algo aun incierto. No voy a casarme.

Sin mediar palabra, pasó a su lado en dirección al comedor, sin esperar siquiera a que él la siguiera. Estaba molesta, enfadada, irritada. Si había podido tener una ínfima posibilidad de conquistarle, se había esfumado ante el comentario de su boda. Había sido idea de su padre, tenía edad de casarse y no podía demorarse mucho más en hacerlo. En cuanto se planteara la oportunidad de hacer un buen matrimonio, sería entregada al mejor postor. Y eso no sería muy difícil, contando con la suntuosa dote de la joven.

Llegó al salón y tomó asiento. Leonardo entró y se sentó frente a ella. Dos criados entraron de inmediato con bandejas repletas de exquisitos manjares. Comieron en silencio hasta el segundo plato.

- ¿Quien es esa mujer a la que buscáis? ¿por qué la buscáis? - preguntó más celosa que interesada.

La mirada de Leonardo no le pasó desapercibida, y supo que algo turbio había tras aquella mujer. En ese momento se hizo el firme propósito de encontrarla, con él o sin él, pero debía conocer a la muchacha.

--
(María by Xie. Creo que me falta un capítulo o algo... pero creo que se sobreentiende lo que ha pasado, así que no me voy a matar a reescribirlo...)

4 de marzo de 2012

30 Seconds to Mars - Hurricane

Lo siento, va la versión censurada, pero la que encontré sin censurar se veía tirando a muy mal...
Me encanta la canción y me encanta el vídeo/corto...


No matter how many times that you told me you wanted leave
No matter how many breaths that you took you still couldn't breathe
No matter how many nights that you'd lie wide awake to the sound of the poison rain

Where did you go
Where did you go
Where did you go

As days go by
The night's on fire
Tell me would you kill to save a life
Tell me would you kill to prove you're right
Crash crash
Burn let it all burn
This hurricane's chasing us all underground

No matter how many deaths that I die I will never forget
No matter how many lives that I live I will never regret
There is a fire inside of this heart and a riot about to explode into flames

Where is your God
Where is your God
Where is your God

Do you really want
Do you really want me
Do you really want me dead or alive
To torture for my sins
Do you really want
Do you really want me
Do you really want me dead or alive
To live a lie

Tell me would you kill to save a life
Tell me would you kill to prove you're right
Crash crash
Burn let it all burn
This hurricane's chasing us all underground

The promises we made were not enough
The prayers that we had prayed were like a drug
The secrets that we sold were never known
The love we had the love we had
We had to let it go

Tell me would you kill to save a life
Tell me would you kill to prove you're right
Crash crash
Burn let it all burn
This hurricane's chasing us all underground

This hurricane
This hurricane
This hurricane

Do you really want
Do you really want me
Do you really want me dead or alive
To torture for my sins
Do you really want
Do you really want me
Do you really want me dead or alive
To live a lie

2 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 18.-Lázaro

Lo primero era lo primero, sí: una taberna, una jarra de cerveza y un par de habitaciones.

-Y un baño caliente. Por el Altísimo, decidme, señora, que es posible conseguir un baño caliente en esta posada...

Y mientras calentaban el agua, Lázaro se bajó, no una sino dos jarras, riéndose con el resto, de los versos de Salvatore. Así como de la bofetada, por supuesto.

- Menudo carácter gastan las hembras por aquí... Tu hermano sí que es un hombre afortunado, Lázaro. Sea noble o ladrona esa muchacha, me han mirado unas cuantas mozas con esos ojos como para saber lo que eso significa...

-Baja la voz, no seas idiota, Salvatore. No sabemos a qué juego está jugando con la señora -aplicó toda su ironía en cada una de las seis letras, lo cual ayudó a la cerveza provocando aún más la hilaridad de los hombres -así que, de momento, olvidémonos de los parentescos. Veamos... digamos que... traemos un mensaje para el obispo de Zaragoza ¿os parece? Vengo como enviado de la Iglesia y... vosotros me escoltáis. Sencillo ¿no?

-¿Y la moza?

-La moza... La encontramos, le creímos y la escoltamos. Nada que no sea verdad. Y en cuanto a Leonardo... Ya veremos qué nos cuenta cuando vuelva... si vuelve. Tienes razón, Salvatore... es un hombre afortunado... Siempre consigue lo que quiere.

-Menos encontrar a vuestra revoltosa.

-Amelia es otra historia... Si no quiere que la encontremos, no sé si lo conseguiremos... Es aún más cabezota que Leo. -Se rascó la nuca, al pensar en sus hermanos. Y en lo insufribles que podían llegar a ser si se lo proponían. Pero la retiró pronto. Quería ese baño ya. -Más tarde buscaremos al alcalde o al sacerdote o... Pero ahora, si me disculpáis... creo que voy a retirarme. El agua caliente me espera.

Y él la esperaba... vaya que sí...