29 de octubre de 2008

Pensamientos deformados


Hoy en día, la depresión es un mal extendido entre la población adolescente. Está marcada por tristeza, apatía, inhibición, frustración, desánimo y pérdida de la autoestima persistentes, al igual que falta de interés en actividades usuales.

De todos estos síntomas que presenta la depresión, los pensamientos negativos parecen tener a primera vista un papel secundario o, simplemente, adornar un estado de ánimo con lamentaciones y negras consideraciones.

Pero esta visión no es acertada puesto que el papel de los pensamientos deformados en la depresión resulta sumamente importante, tanto en la aparición de la depresión como en el agravamiento del desánimo y en la evolución que tendrá la depresión.

La visión que el adolescente tiene de su propia identidad y los juicios que hace sobre sus posibilidades en la vida, determinan en buena medida la aparición del desánimo.

Cuando comienza a creer que no tiene méritos y capacidades como para poder llevar una vida digna e interesante, o cuando cree que no puede reconducir el curso de sus deseos tras una  frustración o una desgracia, está alimentando la tristeza: crea razones para sentirse deprimido.

Estando ya tristes es posible estar aún peor o mejorar, y ello depende en buena medida de qué es lo que pensamos de la situación actual y del futuro, y de cómo reaccionamos para salir de la tristeza inicial.

Cuando pensamos que una persona que nos sigue los pasos es un criminal, podemos notar una tensión muscular casi inmediata, aceleración del ritmo cardíaco, y un conjunto de reacciones físicas. Por tanto, podemos deducir que existe una relación evidente entre el pensamiento (pensar que corremos peligro) y el cuerpo (que reacciona con mecanismos de alarma).

Del mismo modo existen pensamientos que producen desgana, acentúan la rabia o frustración y provocan más tristeza. De ahí que podamos añadir que el control del pensamiento es fundamental en la depresión.

Corregir el pensamiento distorsionado, por medio del asesoramiento y ayuda de un profesional, es uno recursos que existen para cambiar la depresión.

A continuación podremos observar algunos de estos tipos de pensamientos distorsionados.

 

Filtraje

Esta distorsión se caracteriza por una especie de visión de túnel; sólo se ve un elemento de la situación con exclusión del resto. Se resalta un simple detalle de modo que toda la situación queda teñida por ese detalle. De este modo, un adolescente que haya realizado correctamente un ejercicio pero el profesor, pese a haber elogiado su trabajo, le dice que a la próxima vez intente hacerlo en menos tiempo, pensará que el profesor piensa que había estado perdiendo el tiempo cuando lo que ha ocurrido es, simplemente, que no había prestado atención más que a un componente de la conversación y no escuchó el elogio por temor a sus posibles deficiencias.

Cada persona posee su túnel particular por el que observa el mundo. Algunos son sensibles a todo aquello que sugiere pérdida y se ciegan ante cualquier indicación de beneficio. Para otros, la más débil posibilidad de peligro sobresale en cualquier escena, aunque esta sea, en conjunto, agradable. Los mecanismos del recuerdo también pueden ser selectivos. De una historia completa sólo se recuerdan normalmente algunas clases de sucesos, de modo que se puede revisar el pasado y reexperimentar recuerdos que característicamente pueden hacer sentir cólera, ansiedad o depresión.

Los pensamientos se pueden magnificar y “tremendizar”, de modo que el resultado final es que todos los temores, carencias e irritaciones se exageran en importancia porque llenan la conciencia con exclusión de todo lo demás. Las palabras claves para reconocer este tipo de filtraje son: “terrible… desagradable… horroroso…” y la frase clave es “no puedo resistirlo”.

 

Pensamiento polarizado

La principal característica de esta distorsión es la tendencia a percibir cualquier cosa de forma extremista, sin términos medios. Las personas y los pensamientos son buenos o malos, blancos o negros, de modo que las personas que padecen este tipo de distorsión oscilan de un extremo emocional a otro. 

El mayor peligro en este tipo de pensamiento es en cómo se juzga el adolescente a sí mismo. Si no es perfecto o brillante, sólo puede ser un fracasado o un imbécil: no hay lugar para las equivocaciones o la mediocridad.

 

Sobregeneralización

En esta distorsión se produce una extensión, una conclusión generalizada a partir de un incidente simple o solo un elemento de evidencia. Si el adolescente es rechazado por otro joven del sexo opuesto significaría que “nunca va a tener novio/a” o si tiene una nota baja en un examen “nunca tendrá notas decentes” o “nunca aprobará esa asignatura”. Una experiencia desagradable, pues, significará que siempre que se repita una situación similar se repetiría la experiencia desagradable.

Se está sobregeneralizando cuando se afirma radicalmente que “nadie me quiere”, “nadie me comprende”, “nadie querrá ser mi amigo si me conoce realmente”, “nunca aprobaré esta asignatura”, “siempre hago todo mal”, etc. Las palabras que nos indican que se puede estar sobregeneralizando son: todo, nadie, nunca, siempre, todos y ninguno.

 

Visión catastrófica

Cuando el adolescente catastrofiza, una nota un poco baja ya significa un suspenso en la asignatura; un dolor de cabeza indica que está apareciendo un cáncer cerebral. Los pensamientos catastróficos a menudo empiezan con las palabras “y si”. El individuo lee un artículo del periódico que describe una tragedia o escucha una conversación sobre un conocido al que le aconteció un desastre y empieza a preguntarse si esto le podría suceder a él. “¿Y si me rompo una pierna?; ¿y si secuestran mi avión? ¿y si me mareo y tengo que ir enfermo?”. La lista es interminable, y una imaginación catastrófica realmente fértil no tiene límites.

 

Personalización

Es la tendencia a relacionar algo del ambiente consigo mismo. Un aspecto importante de la personalización es el hábito de compararse continuamente con los demás. “Es mucho más inteligente que yo; no soy lo suficientemente gracioso para ir con esta pandilla; soy el más lento de clase; soy el más guapo; le escuchan a él pero no a mí”. Nunca faltan oportunidades para compararse. De este modo el adolescente se verá forzado continuamente a probar su valor como persona, midiéndose a sí mismo en relación con los demás. Si de esta comparación resulta vencedor, disfrutará de un momento de alivio, pero si resulta perdedor se sentirá humillado.

El error básico de pensamiento en la personalización es que se interpreta cada mirada, cada conversación, cada experiencia… como una pista para analizarse y valorarse a sí mismo.

 

Falacia de control

Existen dos formas en que se puede distorsionar el sentido de poder y control de una persona. La persona puede verse a sí misma impotente y extremadamente controlada u omnipotente y responsable de todo lo que ocurre a su alrededor.

El adolescente que se siente extremadamente controlado, se bloquea. No cree que pueda construir su propia vida o introducir cualquier diferencia en el mundo que le rodea. Otra persona o cosa son las responsables de su dolor, de sus pérdidas y de sus fracasos. Ellas son las culpables. Desde este punto de vista es difícil encontrar soluciones, ya que seguramente no funcionarían.

Sin embargo, la realidad es que estas personas están tomando decisiones constantemente, y que cada decisión afecta a su vida: en alguna medida, cada individuo es responsable de lo que le ocurre.

El polo opuesto a la falacia del control externo es la falacia del control omnipotente. El adolescente que experimenta esta distorsión se cree responsable de todo: lleva el peso del mundo sobre sus hombros. Sus compañeros dependen de él, es responsable de la felicidad de la mayoría de la gente y cualquier error o negligencia por su parte podría causarles soledad, rechazo, la ruina o un susto; tiene que hacer justicia en las ofensas, saciar toda necesidad y curar toda herida, y si no es así, se siente culpable.

 

Falacia de justicia

Este tipo de pensamiento distorsionado se basa en la aplicación de las normas legales en los caprichos de las relaciones interpersonales. El inconveniente reside en que dos personas raramente se ponen de acuerdo sobre lo que es justo y no, y no existe un juez ni un tribunal que puedan ayudarlos. La justicia es una evaluación subjetiva de la medida en que lo que uno espera, necesita o desea de otra persona, ésta se lo proporciona, de modo que si una persona lo pone al servicio de sus propios intereses, queda inmovilizada en su propio punto de vista.

La falacia de la justicia se expresa a menudo con frases condicionales: “Si me quisieran, me comprarían lo que quiero; si me quisieran me dejarían ir a la fiesta; si de verdad fueran mis amigos no se burlarían…”

Para el adolescente es tentador hacer suposiciones sobre cómo cambiarían las cosas si la gente lo valorara adecuadamente, pero las otras personas casi nunca ven las cosas de la misma forma que nosotros y lo único que se consigue es causarse dolor a sí mismo.

 

Falacia del cambio

La única persona que uno puede controlar realmente es a sí mismo. La falacia del cambio, son embargo, supone que una persona cambiará para adaptarse a nosotros si se la presiona lo suficiente, de modo que la atención y la energía se dirigirán hacia los demás dado que la esperanza de felicidad se encuentra en conseguir que los demás satisfagan nuestras necesidades. Para conseguirlo, el adolescente utilizará estrategias como echarles la culpa a los demás, ocultarles cosas o negociar, pero el resultado normal es que la otra persona se sienta atacada o cohibida de modo que no cambiará en absoluto.

El supuesto fundamental de este tipo de pensamientos es que la felicidad depende de los actos de los demás. Sin embargo, la felicidad depende de varios miles de decisiones, grandes o pequeñas, que cada persona toma a lo largo de su vida.

 

Culpabilidad

Cuando conocemos quién es el culpable, experimentamos una sensación de alivio. Cuando una persona está sufriendo, alguien debe ser el responsable.

A menudo, la culpabilidad implica que otro se convierta en el responsable de las elecciones y decisiones que realmente son de nuestra propia responsabilidad: el adolescente culpa a sus amigos por un suspenso ya que le llamaron para salir el día antes del examen, cuando fue decisión suya salir en vez de quedarse en casa estudiando. En este tipo de pensamiento, alguien está siempre haciendo algo a otra persona, de modo que ésta no tiene la responsabilidad de expresar sus necesidades, decir que no o no decidir dónde quiere ir.

Algunas personas, en cambio, focalizan la culpabilidad únicamente sobre ellas mismas. Se martillean constantemente a sí mismas por ser incompetentes, estúpidas, insensibles, muy emotivas, etc. Siempre están a punto para encontrarse equivocadas.

Por ejemplo, un adolescente se culpará del divorcio de sus padres. Pensará que sus notas o su comportamiento es el desencadenante de la ruptura.

 

Tener razón

En esta distorsión, el adolescente se pone normalmente a la defensiva; tiene que probar continuamente que su punto de vista es el correcto y que todas sus acciones son adecuadas. No está interesado en la posible veracidad de una opinión diferente a la suya, sino solo de defenderla. Cada decisión que toma es justa, todo trabajo realizado está bien hecho; nunca se equivoca.

Las opiniones de este tipo de personas raramente cambian porque tienen dificultad para escuchar nuevas informaciones. Cuando los hechos no encajan en lo que ya creen, los ignoran.

En ocasiones este tipo de pensamiento deformado hace que el adolescente se vuelva más solitario: tener razón se considera más importante que mantener unas buenas relaciones personales.

 

Falacia de recompensa divina

En este estilo de ver el mundo el adolescente se comporta “correctamente” en espera de una recompensa. Se sacrifica hasta acabar extenuado, y mientras tanto imagina que está ganando puntos angelicales que podrá cobrar algún día.




(La verdad, yo diría que tengo casi de tó...)