21 de marzo de 2012

Persiguiendo a Amy. 26.- María de Quintana

Se despidió de Lázaro declinando su ofrecimiento de caminar juntos. Cuando el Padre siguió su camino, María miró a su alrededor algo desorientada. La imagen de Leo, a lo lejos le hizo volver a la realidad. El joven entraba en ese preciso momento en una taberna, y María, con paso decidido, le siguió casi a la carrera. Cuando la criada vió lo que su nueva señora se proponía, tiró de su brazo intentando retenerla.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - le espetó María con una mirada cargada de ira.

- Mi...mi señora. - balbuceó - Ese lugar al que vos queréis entrar...ahí no entran las señoras de su clase. Sólo mujerzuelas de mala vida, y criadas como yo. - bajó la cabeza avergonzada - Os lo ruego, mi señora, volvamos a casa...

María alzó la mano y abofeteó a la criada. Se recompuso, intentando relajar su rostro, y se alisó la falda. Con paso firme, se dirigió hacia la puerta de la taberna, con la afligida criada tras ella. Al entrar, varios hombres se giraron. María vio a Leonardo y con paso ligero se acercó a él, mas por el camino, un viejo orondo y sucio, le dio una palmada en el trasero. El rostro de María se tensó de nuevo, y girándose sobre sus talones le plantó una sonora bofetada al bribón.

- ¿Quién os ha dejado salir de vuestra pocilga? - bufó la joven.

- Vamos princesa, no vayas de digna...dime, ¿te apetece pasar un buen rato? - se burló ofreciéndole unas cuantas monedas a María.

- Sólo disfrutaría viendo cómo acabáis en la horca. Y me aseguraré de que ese sea vuestro final, maldito borracho. - a su alrededor, decenas de hombres la observaban - Disfrutad, disfrutar de la velada, pues será la última que pasaréis en este mundo, bastardo.

No se dió cuenta de que Leonardo se había acercado a ella. La tomó del brazo y se la llevó a un rincón apartado. María le miraba con ansiedad, sintiéndose avergonzada por el lamentable espectáculo.

- ¿Cómo ha podido pensar ese...oh, ese maltido bastardo, que soy una de esas mujeres de mala reputación? - gimió aferrándose a su brazo.

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