11 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 33.-Lázaro

El mercado de Huesca no estaba en su mejor momento, y las monedas que el alcalde tan amablemente le había brindado, no daban para mucho, de modo que, tras un par de vueltas, decidió desistir. Aún así su ropa no era en absoluto la apropiada para continuar con su papel, por tanto dio media vuelta y se acercó al monasterio. Lo observó, durante unos minutos. Al final se volvió hacia Hernán.

-No quiero entrar ahí.

Hernán se encogió de hombros.

-Algo me dice que si entro, no podré volver a salir. Seguro que los monjes me hacen quedarme a pasar la noche... Acabarían descubriendo el engaño. Pero con la recomendación que me dio el alcalde podría conseguir un hábito, y quizá algo más de dinero…

-¿Entonces?

-Entonces… ¿Qué hay si entras tú? Dices que el emisario de la Iglesia se encontraba demasiado cansado, poco acostumbrado como está a los caminos, por tanto se echó a descansar en la posada y te ha enviado a ti a buscar un hábito para poder vestirse como le corresponde. Te sabes el cuento, voy camino Zaragoza, me asaltaron, me encontrasteis, me escoltáis, esas cosas. No pidas nada ostentoso, desacreditaría la historia. Y si los ves generosos, pídeles algo de dinero para pagar la posada. Una cantidad pequeña. Ya asaltaremos a alguien al salir de aquí…

El hombre alto asintió y se dirigió hacia el monasterio. Lázaro se sentó contra un muro a esperarlo. Pronto, el frío le empezó a lamer los huesos. Anochecía.

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