16 de febrero de 2012

Persiguiendo a Amy. 12.-Lázaro

Lo primero era lo primero, vaya. Entrar en la ciudad y buscarse el almuerzo. Y alojamiento, tal vez. El problema era a dónde dirigirse. La moza les echó una mano en ese aspecto.

- Tomad, podéis ir a esa dirección mañana a primera hora. Os entregarán lo que se os debe. No acudáis antes, pues sin duda os echarán a patadas si yo no intercedo antes.

Lázaro se acercó a recoger la nota, pero la joven la tendía claramente a Leo, de modo que dejó que fuera su hermano quien la recogiera. Aún así, Leo le entregó la dirección sin siquiera mirarla. Seguía con la mirada prendida de la joven, que ya comenzaba a alejarse.

-Oye Lázaro... -le susurraba. -La mujerzuela esta... igual nos hemos equivocado. Igual no es tal mujerzuela. A lo mejor dice la verdad...

No se lo podía creer. ¿La verdad? Mucho le había dado el sol al muchacho...

-¿Me tomas el pelo? ¿Has visto la nota esta? ¿El desprecio con el que nos la ha dado? Apuesto a que es una trampa.

-Vale la pena intentarlo, ¿no? ¿Nos vemos en la taberna más cercana? Os buscaré.

Leo le guiñó un ojo, les hizo una reverencia burlona a los demás, y echó a correr hasta alcanzarla.

-¿Pensáis ir sola por la ciudad, madame? ¿Por qué no venís a almorzar con nosotros antes? Si no, aceptad al menos mi escolta hasta vuestro destino...

Lázaro se rió ante la desfachatez del muchacho. Siempre conseguía lo que quería, estaba claro. Y eso que ya no estaba el joven italiano para echarle una mano...

-Bueno, señores. ¿Buscamos una taberna donde almorzar? Y si es posible habrá que buscar al alcalde o al sacerdote o... a alguien debería presentarse el padre Lázaro para solicitar asilo en "su sagrada misión"...

-Oh, sí, padre... -Los hombres se rieron con él ante el pretendido engaño. -Busquemos esa taberna...

-Tú no, Servando. Por el Altísimo, que alguien lo tenga vigilado. Este es capaz de apostarse nuestras cabezas.

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