12 de febrero de 2012

Persiguiendo a Amy. 10.-Conrado

Conrad, o Conrado como su madre se había empeñado siempre en llamarlo, había nacido a orillas del Lipp, en la costa del sur de Inglaterra.
Hijo de un ollero bretón y la hija bastarda de un caballero castellano, había crecido entre los barros de su padre y las ansias de su madre de recuperar la posición que según ella le pertenecía.

A la temprana edad de trece años su callada furia se cobró la primera víctima y tuvo que huir de las colinas que eran su casa y empezar una nueva vida de pura supervivencia en Francia, donde por aquellos tiempos nadie reparaba en un muchacho callado y taciturno y que había hecho del pasar desapercibido un arte.
Encontró un nuevo hogar en La Roche-Derrien, de donde tuvo que volver a huir 4 años después, tras una refriega que acabó algo peor de esperado. Así conoció a los hermanos Medina y con ellos caminó hacia el sur, en busca de una muchacha a la que llamaban la revoltosa.

Conrado jamás se metía en las discusiones de sus compañeros de viaje, siempre era preferible mantenerse al margen, observar y callar. La vida le había enseñado que eso nunca traía problemas. Cada vez que había tomado partido en un "inocente" intercambio de opiniones, había tenido que marcharse dejando todo atrás. Bien parecía que la mezcla de sangre bretona y castellana no había dado su mejor resultado en él.

Y así fue como terminó en tierra aragonesa, recorriendo los caminos con hombres con los que apenas cruzaba palabras, y de esa manera fue como terminó de escolta de una supuesta dama que aún no había dado dos pasos con ellos y ya se había atrevido a insultarlos.
Conrado rozó la hoja del puñal que siempre llevaba oculto bajo la capa; buen caldo habría salido con una gallina clueca como aquella. Sin embargo la intervención de los hermanos fue una vez más providencial. El ver a aquella altiva muchacha suplicar por su vida casi consiguió dibujar una sonrisa en su cara, quizá la segunda o tercera de toda su vida. No le había gustado desde el primer momento en que la vio aparecer en el camino y menos le había gustado cuando a pesar de su amabilidad, se había atrevido a insultarlos con esa voz que le destemplaba los nervios.
Más le valía a la pequeña comportarse el resto del camino que debían hacer juntos, pues aunque su mirada bien parecía que podía cortar, más estragos podía causar sin duda aquel puñal escondido, único recuerdo de sus días de niñez a orillas del Lipp.

---
Conrado mola. Su creadora, Haranne, tb mola. Y tengo que hacerle mucho la pelota aquí porque es a la única a la que no le pude pedir permiso. De todas formas, y por desgracia, es lo único que nos regaló de él en Amy. Te echo de menos, Herr. 

No hay comentarios: