9 de enero de 2012

Sombra. (No, aún no es el epílogo, tal vez un prólogo.)



Llevaba pantalones vaqueros ajustados oscuros y un abrigo negro corto. Un punto de estilo. Barba corta, pelo ni corto ni largo, un poco despeinado.

Lo estuve siguiendo con la mirada una parte del evento. Desde que, al cruzarme con sus ojos, supe que era él. Y lo perdí de vista un millar de veces, dado que no era a él a quien tenía que vigilar, pero siempre volvía a la barandilla que había frente a mí. Era un buen sitio para hacer fotos. Todos los fotógrafos volvían allí.

A cada poco recolocaba la bolsa que llevaba colgada del hombro, se pasaba la mano por el pelo para echarlo hacia atrás, revolviéndolo aún más. Un cierto aire de despiste, se cuela entre la gente, pregunta a uno de los voluntarios y le señala la puerta del fondo. No se fía y se acerca al siguiente que señala al mismo lugar. Pregunta a un tercero. Es él, no hay duda. ¿Por qué nadie más lo ve? Porque nadie lo conoce como yo, supongo.

-Hola, ¿te importa si te hago una foto yo a ti?
-¿A mí? No, claro... Pero luego me dejas hacerte una a ti.
-Gracias.
-Pero yo no soy de las rondallas, no tengo nada que ver con esto... Ha salido mal, ¿verdad?
-Movida. Ya lo sé. Es que, ¿sabes? Estoy escribiendo una historia.
-¿Ah, sí?
-Sí. Y eres mi protagonista.
-¿Yo? -Ojeada al móvil. -Hago las fotos mejor de lo que salgo en ellas...
-Ya bueno... Tú, tú, no. Pero eres tal y como se supone que es él.
-¿Y eso?
-No lo sé...
-¿De qué va la historia? -Desisto de las fotos.
-Pues es un fotógrafo...
-Qué casualidad. -Sonríe.
-Y bueno, así resumido, se mete en líos.
-Bueno, yo no suelo meterme en líos.
-Ya, mejor.
-Aunque debería meterme en más... Oye, tengo que irme. Ciao.
-Ciao.

Cierro los ojos y lo veo bajar embalado a la ciudad y correr a casa. Deja la cámara y las llaves del coche en la mesa de la entrada. La cámara buena. Va a la habitación y coge la otra cámara, la no tan buena, saca una tarjeta de memoria del cajón y vuelve a echar a correr hasta el ascensor, donde coloca la tarjeta, y de ahí a la plaza.

Ha quedado con el Gato, llega tarde. Y las fotos de hoy no las verá hasta mañana, cuando se despierte con una resaca monumental, sin acordarse de mí ni de la mitad de la noche. Y el teléfono empiece a sonar...

Hoy hay luna llena y supongo que, en días como hoy, la magia se rebela y los personajes huyen del papel, la tinta se pasea entre la gente. Siempre es desconcertante y en cierto modo aterrador cruzarse con tus personajes.

No existes. ¿Qué haces aquí?

1 comentario:

Kimuko dijo...

Es aterrador y fascinante y en el fondo tienes que sentirte feliz de haber tenido esa experiencia y de haber podido llegar a conocerlo, aunque sea de refilón ;) TÚ Sombra :*