26 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 4.-Leonardo

 El más joven de los Medina estiró la mano sin abrir los ojos, tanteando el suelo donde se hallaba tumbado. Cerró los dedos sobre un objeto que consideró lo suficientemente sólido y, en un solo movimiento, se giró y lanzó la piedra (pues una piedra era) hacia el lugar donde sonaba la tonadilla.

-¿Te parecen estas horas de ponerse a tocar? ¿Puede alguien explicarme por qué llevamos a un bardo dispuesto a practicar a cada poco?

Por suerte para el músico, la puntería de Leonardo pecaba de incierta a primera hora de la mañana, y la piedra le pasó a casi un palmo de la cara. ¿O había fallado a propósito? El joven no tenía la más mínima intención de comprobarlo, de modo que enseguida guardó el instrumento.

-Yo es que... ya había salido el sol y... me aburría en la guardia y...

Lázaro también se había levantado. Leonardo lo miró mientras se sacudía la ropa y se revolvía el pelo. Los otros hombres también se habían despertado y alguno revolvía en su parco equipaje.

-No hay gran cosa para desayunar...

-¿Nos ponemos en camino entonces? Así quizá lleguemos a Huesca antes del almuerzo...

Leonardo asintió y en un momento recogieron campamento. No habían recorrido un par de millas, cuando vieron una figura moverse a lo lejos.

-Por ahí se acerca alguien... ¿Qué opinas, Lázaro? ¿Somos asaltados o asaltadores?

-Por la cuenta que les tiene espero que sean víctimas, porque no tengo humor para emboscadas.

-Seguro que es una trampa...

Los integrantes del grupo acariciaron las armas y otearon el camino. Solo se veía una figura... ¿Cuántas más habría? ¿Estarían escondidos esperándolos? Hacerse preguntas no llevaba a nada, así que siguieron caminando.

-Igual saben algo de la revoltosa...

-¡Calla! Capaz es ella hasta de dirigirlos...

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