30 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 5.-María de Quintana

Aquella falda vieja y raída se enganchaba con cada matorral que se encontraba a su paso. Hacía poco que había amanecido y había decidido salir al camino en busca de algún grupo de viajeros que pudiera escoltarla hasta la próxima ciudad. Apenas había pegado ojo aquella noche, sólo pudo dormir cuando el llanto se convirtió en un susurro ahogado, y las lágrimas se secaron en su mejilla. Los horrores de la noche anterior la habían atormentado durante las largas horas de la noche.

- Malditos bandidos... ¿qué será de mí ahora? - se lamentaba la muchacha gimoteando. El estómago le rugía, el cansancio entumecía su cuerpo. Y le asqueaba su aspecto.

A lo lejos divisó un grupo que se aproximaba hacia ella en el camino. Apenas eran 5 o 6 hombres. Su aspecto sucio y desaliñado al principio la asustó. Pero sabía que era su única opción. Esperó hasta que se aproximaron, y se adelantó un par de pasos para hablarles.

- Disculpen, amables viajeros - su voz era ligeramente temblorosa. Ahora que los tenía cerca, aquellos hombres no le inspiraron confianza alguna - ¿Podria viajar con vosotros? Este no es lugar seguro para una dama y menos si es de alta cuna. Anoche... oh... - las lágrimas asomaron a sus ojos. Su labio temblaba mientas intentaba explicar lo ocurrido - Unos malditos bandidos atacaron la comitiva en la que viajaba. Se lo llevaron todo, el carro, los caballos, mis baúles... ¡¡incluso a mi doncella!!

Los hombres la miraron de arriba a abajo estupefactos. Ella se miró las ropas; ropas propias de una doncella. En ese momento maldijo aquella idea del cambio de vestimenta. Su padre siempre había insistido mucho en que viajara en el coche familiar, pero vestida como una vulgar criada en vez de como la dama que era. En caso de asalto, ella nunca sería requerida como moneda de cambio, nunca secuestrarían a la pobre doncella: siempre se llevaban a la dama para pedir rescate por ella. Les explicó eso a los hombres, que empezaban a impacientarse por aquella intromisión en su camino.

- Soy Doña María de Quintana, hija del Señor de Quintana. Me dirigía hacia la capital, donde mi padre atiende unos asuntos reales. Iba a su encuentro después de pasar una temporada en Caspe. Y por culpa de esos bastardos me veo privada de cobijo, transporte, dinero y la compañía adecuada para que una dama de mi categoría pueda viajar. - frunció los labios en una mueca de desagrado y miró atentamente a los hombres - Os ruego que me ayudéis, que me deis protección hasta llegar a la próxima ciudad. Allí podré escribir a mi padre, y él enviará a alguien que me recoja. Y por supuesto será considerado con quienes ayudaron a su hija en este difícil momento. Es bastante generoso con sus sirvientes, mientras éstos le sean leales.

Se dio la vuelta esperando una respuesta por parte de aquel extraño grupo. No pudo ver el brillo amenazador en la mirada de uno de aquellos hombres.

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(A partir de aquí empiezan a entrar los otros jugadores/escritores. Este capítulo, así como todos los de María de Quintana, ha sido escrito por Xie.)

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