14 de enero de 2012

Epílogo - Las fotos, las dichosas fotos.

-Correo.
-¿Qué? -Sombra palideció al ver al Gato entrar en la habitación y tirar el paquete sobre la cama.
-¡Eh! ¡Tranquilo! Lo manda gente de confianza. Les pedí que se pasaran por nuestras casas y nos mandaran el correo, nada más. -Como Sombra seguía mirando el abultado sobre como si fuese un alienígena, se encogió de hombros. -Puedes tirarlo directamente si quieres. -Sonrisa cínica. -Total, seguramente solo serán facturas.

Él tenía en la mano varios sobres que abultaban cada uno tanto como tres veces el suyo. Apoyó un pie en la silla y se sentó sobre el escritorio, abriendo el primero de ellos. Mientras, Sombra se decidió a coger el sobre y abrirlo. Desde que habían dejado el apartamento camino al aeropuerto... Más bien, desde que había cogido el maldito paquetito blanco con las llaves, aquel día, vivía con el corazón en un puño. Se sobresaltaba como treinta veces al día y una de ellas tentado estuvo, incluso, de pedir auxilio porque un tipo le miraba demasiado. Veía peligros en cada esquina, fantasmas bajo la cama y monstruos en el armario.

Y bombas nucleares en los paquetes, aunque fueran con forma de inocentes llaves. Al final, Gato tenía razón, casi todo eran cartas del banco y facturas. Y...

-¡Hostia!
-¿Te ha tocado un viaje al Caribe por ser el cliente un millón de una revista de ganchillo?
-No...

Le enseñó un paquete pequeño, más o menos del tamaño de una cajetilla de tabaco. La coincidencia le produjo un escalofrío de alarma, pero conocía la letra con que estaba escrita la dirección, vaya si la conocía... Era la suya. Lo que significaba que aquello solo podía ser... Rasgó el papel con urgencia. No era un paquete blanco, en relidad sí que era una cajetilla de tabaco. Y dentro...

-La tarjeta.
-La puta tarjeta.

El Gato le tiró la cámara, que estaba sobre la mesa, y en unos segundos ya tenía la tarjeta colocada. Encendido. Ver imágenes.

-Demasiado pequeñas... ¿Tienes el portátil a mano, Gato?
-Creo que tengo algo mejor.

Ya había rasgado un par de sobres y sonrió, abriendo un paquete del tamaño de un libro. Desempaquetó una tablet y se la tendió. Sombra no se sorprendió.

-¿Lee tarjetas de memoria? Mejor que la uses tú...

Volvió a desmontar la tarjeta y se la dio, sentándose en el escritorio también él. La primera foto no tenía nada de especial, era la típica de cualquier día de fiesta: el reloj de la plaza que marcaba las 10:16. Había llegado tarde. Un árbol con gotas de lluvia iluminadas por el flash. La calle oscura y dos figuras a lo lejos con abrigos cortos. Gato y Xavi habían llegado aún más tarde. De nuevo el reloj: las 10:25. Los otros 3 de espaldas, dos abrigos y una chupa de cuero, bajando de nuevo por la calle. Gato saludando a una chica. Un primer plano de la muchacha, que apartaba la mirada, cohibida. Otras dos más, la mano en alto, intentando taparse. Zapatos. La calle. El restaurante. El reloj del Gato: las 10:47. También allí llegaban tarde. La novia de Xavi. Un beso. Más zapatos. Un picado de la esquina de la mesa. Un contrapicado de Daniella...

Recordaba esa parte de la noche, no le interesaban. Fue pasándolas, pues, sin pararse demasiado en ellas, aunque lo hubiera hecho en condiciones normales. Algunas eran muy buenas. Sonrisas perdonavidas del Gato. Xavi y Daniella despidiéndose. Una foto de los 4 que, obviamente, no había hecho él, quizá Daniella. El reloj de Xavi: las 00:14. Una calle. Más gente... Ahí comenzaba su vacío. Más o menos con la foto de esos dos soportales.

Las fotos siguientes tampoco le decían nada, aunque las pasó más despacio. La puerta. La discoteca. La cola. Varias tomas de la go-gó.

-¿Estaba buena, eh, Sombra?

El Gato se reía de él, así que no le hizo ni caso. Siguió pasando las fotos, observando a la gente, hasta que algo llamó su atención. Volvió a la anterior y se la señaló al Gato.

-El fiambre.
-El fiambre. Tu amiguito.

Salía en un par de fotos más, unos metros más allá, pero siempre mirando a la cámara. En la última, estaba más cerca, caminando hacia ellos.

-Y ahí es cuando te largaste con él, volviste una hora después y me calzaste. Y te echaron.

No había fotos de eso. Sombra hizo una mueca mientras siguió pasando las fotos. Estaban todas borrosas o demasiado oscuras para ver nada. En la única lo suficientemente aceptable se veía un plato lleno de nueces sobre una mesa. No conocía ni la mesa ni el plato, no le sonaban de nada.

-¿Y todo ese lío para esta bazofia? Yo que te hacía un buen fotógrafo...

Siguiente. Siguiente... En una se veía una figura con el pelo azul, pero cuando se la señaló al Gato, éste negó con la cabeza.

-No tiene por qué ser Claudia. Con lo borrosa que está esa foto podría ser cualquiera. Podría ser un tío. Una señal, incluso.
-Es una tía, Gato.
-Es una mierda de foto. Punto.

Más fotos borrosas. Más fotos oscuras. Sombra ya estaba dispuesto a sacar la tarjeta cuando aparecieron un par más, algo aceptables. Unos bultos en el suelo, que bien podrían ser personas.  Una calle que no conocían. El padre del Gato saludando al difunto. Los dos entrando a un coche. La cruz luminosa de una farmacia con la hora: las 6:12. Otra foto, borrosa y oscura, de dos tipos demasiado grandes, demasiado cerca. No necesitaron más nitidez para saber que eran dos de los matones que los habían estado persiguiendo.

-Tu padre...
-Mi padre...

La habitación quedó en silencio durante varios largos minutos. Muchos. Y muy largos. Al final fue el Gato quien rompió el silencio. Sonrió, como era habitual en él, cual si fuera a comerse el mundo, y le espetó:

-En el local del final de la calle dicen que también tienen muy buenas go-gós.

Recogió el correo de encima del escritorio y recuperó su tablet de manos de Sombra. Le hizo un gesto desde la puerta.

-Nos vemos luego.

Y se fue, llevándose la tarjeta.
A Sombra solo se le ocurrió maldecir.

2 comentarios:

Kimuko dijo...

^_^ Gran final, aunque nos lo habías indicado queríamos leerlo :P

Gracias, linda ^_^

¿Y ahora cuándo más? :P

Lu dijo...

Ahora tengo algo pensado, pero necesito que me confirmen un par de cosas y no sé si podré hacerlo...