No le gustaba cómo lo miraba el abogado. Definitivamente, odiaba a los abogados. Eran demasiado insidiosos y tendían a hacer demasiadas preguntas. Demasiadas. De modo que dejó hablar a la muchacha sin decir palabra.
Sabía que el hombre no le quitaba la vista de encima, pero sostuvo la mirada lo mejor que pudo, intentando no parecer molesto, intentando no molestar al hombre e intentando mantener la compostura. Lo peor de todo es que aún no tenía muy claro qué compostura mantener. Sabía que el juego de Lázaro iba por la iglesia... pero él... ¿qué se suponía que era él?
Pensó que lo mejor sería jugar el papel de noble en desgracia. El papel de noble le gustaba, le gustaba mucho, y para terminar de encandilar a la muchacha, era perfecto. O incluso de hijo bastardo de la nobleza... de la nobleza francesa estaría bien. Con suerte el abogado no sabía nada de la nobleza francesa.
- Mi señor Leonardo, os ruego que no os marchéis sin antes haber compartido mesa con nosotros. Es lo mínimo que puedo hacer por vos, pues bien sabéis que gracias a vuestra generosidad y caballerosidad sigo viva.
Agradeció la invitación devolviéndole la reverencia y siguió al abogado a su despacho. Por la misa que aquello no le gustaba un pelo.
-Así que habéis ayudando a mi querida María en el camino...
-Sí, señor... La encontramos en el camino y nos solicitó escolta hasta aquí. Estábamos cerca, pero aún así el viaje es peligroso, no podíamos dejarla allí sola...
-¿Y qué hacíais vos en el camino?
-¿Viajar? Sabemos que no es buen tiempo para recorrer estos senderos, pero tenemos una misión...
-¿Y de qué se trata?
-Veníamos escoltando a un sacerdote. Y además estamos buscando a una joven. Tal vez vos hayáis oído hablar de ella...
Pensó que lo mejor era desviar la atención y llevar la conversación a la revoltosa. Si se libraba del interrogatorio y conseguía algo de información... Por desgracia el abogado no estaba por la labor. Desconfiaba. Todos los abogados desconfiaban. Definitivamente no los tragaba. Por el Altísimo que no...
-Ya hablaremos de ella luego... Aún no me habéis dicho quién sois. Leonardo, sí. Pero quién... ¿Un campesino? ¿Un ladrón? No permitiré que juguéis con la muchacha...
-Me ofendéis, señor. Únicamente la he acompañado aquí para velar por su seguridad. No me pareció que las calles de una ciudad fueran lugar seguro, pero si tanto os molesto, no os preocupéis, me retiraré enseguida. Despedidme de ella, os lo ruego.
Decidió jugársela y darle la espalda encaminándose a la puerta. Funcionó. Servando habría estado orgulloso de él.
-No pretendía ofenderos, pero como comprenderéis...
-Sí, lo entiendo. Solo soy un desconocido que aparece en el camino y que a riesgo de mi vida he traído a la joven hasta aquí...
Intentó mostrarse ofendido y cargó sus palabras de cinismo, pero el abogado las pasó por alto.
-Presentaos, pues, y no seréis tal desconocido.
-Mi nombre es Leonardo, señor, ya lo sabéis. Y en cuanto a mi familia, aunque porto apellido tan plebeyo como es el de Medina, habéis de saber que desciendo de la casa d'Ambroise. Mi padre era hijo bastardo del duque.
Alzó la cabeza, buscando su porte más noble, sereno y confiado. Aunque por dentro estaba demasiado nervioso. Se arriesgaba a que lo mandaran a la cárcel y Lázaro estaba demasiado lejos para su gusto, para cuando se enterara ya sería demasiado tarde. Pensó en rezarle una plegaria al Altísimo para que la moza bajara lo antes posible, pero descartó la idea. Necesitaba toda su atención en ese nuevo acto.
1 comentario:
no se puede votar, no me gusta...quiero la opcion otros.....jajaja
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