1 de junio de 2012

Persiguiendo a Amy 54.- Lázaro


-¡Señor! Parad, os lo ruego...

Y por la misa que no era otra su intención... Echándose a un lado apoyó la espalda y la cabeza contra el muro más cercano, mientras Hernán se enfrentaba al último hombre.

-Sé que me arrepentiré de esto, Hernán, pero déjalo con vida. Por lo visto tiene quien se preocupe por él...

Observó la figura estática que los observaba envuelta en la oscuridad y no pudo reprimir un gemido preocupado, más cuando Hernán ni siquiera se había percatado de su presencia. El tiempo que había pasado con los monjes no le había lavado del alma las supersticiones que le habían inculcado de pequeño las mujeres de la casa donde "trabajaba" su madre: el hecho de que el timbre de la voz no se le antojara del todo extraño, no le quitó esa sensación amarga. La Dama Negra que llegaba al final, siempre al final, para acompañarte hasta la otra orilla, junto al Altísimo. La Gran Meretriz, que decían las rameras, compañeras de su madre, con la que al final, todos nos acostamos.

Los monjes decían que no eran más que leyendas estúpidas, que la muerte no era más que un proceso por el que el alma viajaba junto al Señor, no una dama... pero él no podía dejar de imaginarla así, con el rostro cubierto por los velos oscuros y esos labios capaces de llevarte al otro mundo con un simple roce...

-No lo mates, pero tampoco seas demasiado blando... No tengo ganas de volver a cruzármelo mientras estemos en Huesca. Y vos no os preocupéis, señora. Dejaremos a vuestros compañeros con vida... Lo intentaremos, al menos.

Torció la boca en su sonrisa más amarga y, apoyándose en el arma, recogió el atado con el hábito del suelo.

Mientras tanto, Hernán había sacado una botella de debajo de la capa y le daba largos tragos, entrecerrando los ojos con deleite.

- Tienes mal aspecto… ¿Te apetece un trago? ¡Delicioso! Estos curas se lo montan bien con el tema del alcohol… Por cierto, deberías esquivar las espadas antes de que te corten...

- ¿Esquivarlas? Que te aspen, Hernán... ¡Maldita sea! Casi nos matan por una botella de vino... Casi me matan, al menos.

Pero no pudo evitar reírse. Ese tipo alto siempre lo sorprendía... Se volvió para analizar fríamente, ahora que su vida no estaba en juego, a la sombra del callejón.

Así ardiera en el infierno si no la conocía. Era la damisela en apuros. No era otra que la muchacha del camino. El Altísimo la confundiera, no les iba a traer más que problemas. En mala hora habían aceptado llevarla con ellos...

- ¿No deberíais estar ya en vuestra cama? No creo que este sea lugar para una dama como vos... ¿Y qué tenéis que ver con esta... escoria?

Sonrió ante el apelativo. No eran más escoria que ellos mismos. La joven en cambio, no parecía preocuparse ahora lo más mínimo por los individuos heridos. Los miraba, en cambio, entre preocupada y asustada, alternando la vista entre él y Hernán, y apenas tartamudeó un par de palabras. Una de ellas, el nombre de su hermano. El muy hijo de... Volvió a sonreír. Sí, esa era la expresión exacta.

Decidió que, antes de nada, lo importante era sacarse del medio, evitar una posible guardia, y llevar a la moza a un lugar seguro ¿Qué lugar seguro podían encontrar en Huesca? ¿En una ciudad que no conocían? Decidió que lo mejor sería no perderla de vista y buscar a los demás. Había dejado a los otros en la taberna y allí los encontraría, casi seguro.

Agarró a la joven del brazo y le hizo un gesto a su compañero.

-Vamos, con suerte encontraremos en la taberna a vuestros dos amorcitos. Al menos, Hernán, seguro que al tuyo sí...

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