18 de noviembre de 2010

Imágenes de un verano (tardío)

Era un turista como todos los demás. Por el día seguro que había paseado perdido por la ciudad, observándolo todo con los ojos muy abiertos y la boca, quizá también algo abierta. Pero ahora por la noche se había arreglado para salir, para conocer la ciudad...

Aún así, Neme tenía claro que era un turista. Tenía cara de turista, se movía como un turista, hablaba como un turista, olía como un turista... Los diferenciaba a leguas. No es que le importara. De hecho, le encantaba. Era tan fácil hacer desaparecer a un turista... De modo que no dudó en acercarse a él, en camelarlo...

Además, ese turista tenía algo genial: una gran, fabulosa y moderna cámara de fotos que Neme se apresuró a "heredar". Era tan genial...

Pasó la primera noche disparando al azar, sacando fotos de todo cuanto veía, rápido, impaciente... Luego las borraba, una tras otra, porque estaban movidas, oscuras. Se enfadó, por supuesto. No era justo. Las fotos bonitas solo salían a la luz del sol... De modo que al final tiró la cámara en un rincón, dejándola olvidada, hasta que oyó a otros turistas hablar sobre los tiempos de exposición, un par de semanas después. Se les acercó, con la mejor cara de inocencia que supo, y le spreguntó cómo hacerlo. Decidieron no explicárselo, sino preocuparse porque un niño como él estuviera por ahí, solo, una noche como esa. Estuvieron incluso a punto de llamar a la policía (¡dichosos adultos! ¡jopetas!) así que Neme tuvo que echar mano de todo, todo su poder de persuasión para convencerlos de que era normal, de que sus padres estaban esperándole en el hotel, de que, oh, no, con uno que me acompañe es suficiente, ¿cómo es eso de los tiempos de exposición? y, por supuesto, de que sí, ese callejón de ahí es un atajo, estoy seguro.

Deshecho del turista y cruzando los dedos para que el otro no se acordara bien de él, volvió a casa volando para experimentar con la cámara.

Salió todo feliz la noche siguiente. Sobrevoló varias veces la ciudad, buscándo las mejores imágenes, el mejor ángulo. Al final sacó dos o tres fotos. Sin mover. Perfectas.
Las observó detenidamente y decidió que era un buen fotógrafo. Neme sonreía feliz, mostrando todos sus dientes, cuando la cámara se apagó. La batería se había agotado.

-¡Jopetas! ¿De dónde saco yo ahora un cargador? ¡Eran las mejores fotos del mundo mundial! ¡Escúpelas, maldito!

No hay comentarios: