15 de octubre de 2011

Capítulo 17 - Visitas

- ¿Qué se supone que es eso?

Ella se encogió de hombros.

- Nada. - Otro ruido. -El gato. -Sonrisa.
- Tú no tienes gato. -Ella acompañó las palabras del Gato con una risa corta. -¿Quién anda ahí?
- ¿Y eso qué coño os importa? Es mi casa. Estará quien a mí me salga de los ovarios.

Sombra, se encaminó al pasillo, casi precedido por el Gato. Ella les intentó cerrar el paso, pero el otro ya la estaba apartando con un empujón, sujetándola del brazo, mientras la amenazaba con un tono sombrío.

- Más te vale quedarte quietecita, Claudia.

Enfilaron el pasillo a paso rápido, pero Sombra no pudo evitar preguntar.

- ¿La conoces?
- ¿Que si qué? -De la sorpresa, el Gato se quedó parado, dedicándole una larga mirada de desconcierto y compasión. -Pensaba que estabas de coña... No estás de coña, ¿verdad? Sombra... ¿Que si conozco a Claudia? ¿En serio te han licuado el cerebro? ¿Claudia? ¿No te suena de nada? ¿La insufrible e insoportable Claudia Antares, con sus estúpidas coletas siempre jodiendo al personal? Vale que haga años que no la ves, pero tío...

Sombra abrió mucho los ojos, incrédulo. Miró al salón por encima del hombro, intentando verla de nuevo, pero otro ruido le hizo volver en sí y ambos entraron en la habitación, Sombra un paso por delante del Gato. La habitación también era pequeña y la cama estaba deshecha. En ella, una sombra oscura formada por largos cabellos ondulados y revueltos se removió. La maraña se apartó siguiendo las órdenes de un brazo claro y delgado que salió de entre las sábanas, y dio paso a una cara que Sombra conocía bien... Ella...

- ¿Sombra?
-Ho... hola...

Ella le clavó una mirada fría, cargada de odio y desprecio que le sentó como una bofetada doble. Tenía los ojos brillantes y expresión adormecida y enferma. Aún así su voz sonó alta y firme.

- ¿Por eso no podías ayudarme? ¿Porque habías quedado con este...?

En ese momento oyeron la puerta de la entrada abriéndose. Para Sombra el sonido fue una mezcla de alivio y alarma. Y no sabía cuál de las dos sensaciones pesaba más. A esas alturas la resaca ya empezaba a parecerle una nimiedad dentro del surrealismo del día, y el runrún de su estómago vacío solo era un eco lejano, el recuerdo de algo que fuera y ya no había más. ¿Necesidades físicas? Menudencias...

Se asomó a la ventana buscando una salida alternativa. Era un tercero, lo sabía, pero dentro de todo aquel absurdo esperaba, quizá, el milagro de una escalera contra el alféizar. O, por qué no, un grupo de bomberos, como en las películas, sujetando una gran lona blanca con una diana pintada. La imagen le resultó hilarante y no pudo evitar reír mientras apartaba las cortinas para encontrar, no las escaleras ni los bomberos, sino el tejadillo rígido de una cafetería. Bueno, no era muy bueno en matemáticas, pero eso podría restar un piso, ¿no? Y uno no se mataba al tirarse de un segundo, ¿verdad?

Su ataque de risa, había provocado un par de improperios por parte de ella y una mirada fulminante del Gato, que ahora fijo que estaba convencido de su desequilibrio mental. La vio tomar aire para volver a la carga, pero desde el salón les llegó una voz profunda que a Sombra no se le hizo del todo desconocida.

- ¡Gonzalo Antares y Simón Figueiroa! Han de saber, señores, que están empezando a darme demasiados quebraderos de cabeza y empiezo a estar un poco harto de todo esto...

Sombra miró al Gato, interrogante. Le indicó con un gesto de cabeza la ventana alzando dos dedos de la mano derecha. Ella aprovechó el momento de silencio para empezar de nuevo a gritarle.

-¿Es que piensas suicidarte antes de contestarme?

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Sombra y Gato deciden:

a) Enfrentarse a Ella para que deje de gritar.
b) Salir de vuelta al salón y enfrentarse al hombre.
c) Saltar por la ventana y confiar en su buena fortuna.
d) Esconderse debajo de la cama.
e) ¿Otra cosa? ¿Qué? ¡Comentad!

1 comentario:

Kimuko dijo...

Está claro que saltan pero no tengo muy claro si no la agarran de la muñeca y la tiran con ellos... ;)