4 de julio de 2011

Rojo miedo.

Como os he tenido un poco abandonadillos allá atrás con el lío de los exámenes (¡¡¡aprobé todos!!!) y todo eso, os dejo aquí, en pago, otro de esos pedazos de nada, otra ida de olla de estas mías, mientras esperáis al próximo capítulo.

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Entró, con bermejos regueros de sangre recorriéndole el rostro, como lágrimas macabras de penas insondables. Mi sangre. Tu sangre.
Entró y no dijo ni media palabra, mirándonos tan dulce que el diablo se convirtió en ángel y engañó nuestras almas. Y nos miró, tan triste, que nos compadecimos del asesino y lloramos con él. Mis lágrimas. Tus lágrimas.
Nos quisimos esconder de su embrujo en la oscuridad, pero la oscuridad lo amaba y nos mostró desnudos a sus ojos, más hermosos que la noche, refugio de esa oscuridad misma donde soñamos refugiarnos. Mis ojos. Tus ojos.
Y nos abrazamos, temblando como niños, con la súplica prendida de nuestros labios cansados que no sabían ya obedecer y apenas hacían más que clamar su nombre. Mis labios. Tus labios.
Y lloramos mientras se acuclillaba junto a nosotros y nos tomaba de la mano, con sus manos de niño travieso, y nos sonreía de nuevo y nuestro corazón, bombeando el metal de nuestra sangre, se volvía a rendir a su voz. Mi miedo. Tu miedo.
El miedo.

2 comentarios:

Kimuko dijo...

Woooow por el post y ¡enhorabuena! Por los exámenes ^_^

Ariadna dijo...

¿como era eso de poner los pelos de punta?