7 de abril de 2011

Capítulo 3 - El paquete

-¿Pero qué…?
¿Le había dado su teléfono? Volvió a abrir y se asomó a la escalera, pero supuso que estaría ya en la calle. No le apetecía lo más mínimo echarse a correr para alcanzarla y además… ¿luego qué? Hola, me has dado un número de teléfono. Sí. ¿Para qué? Eres idiota

Volvió a entrar, aún flipándolo, y se frotó los ojos y la cara con la mano que tenía vacía, por si aquello era alguna estúpida alucinación producida por la resaca… Igual comiendo algo o… ¿otra aspirina sonaba a suicidio?

Miró el paquete que aún llevaba en la mano. Estaba envuelto en papel satinado blanco, como si fuera un pequeño regalo. Lo agitó. Dentro había algo pequeño que tintineó al chocar con la caja, con un sonido metálico.

Rompió el papel. No tenía el cerebro para estarse con tonterías. Dentro, una cajita del mismo color inmaculado. Volvió a tintinear. No pesaba demasiado… Levantó la tapa. Dentro, dos llaves y una tarjeta con una dirección.

-¿Qué coño…?

Dio varias vueltas a las llaves. Las comprobó con las suyas. Una de ellas se parecía a la del portal, la otra era, claramente, de una puerta de seguridad de un piso. Volvió a mirar la tarjeta. No le decía nada. Ni siquiera conocía la calle.

Pasó por la cocina y abrió el frigorífico. Había olvidado hacer la compra. De nuevo. Refunfuñando, volvió al ordenador y metió la dirección en Google Maps. No parecía quedar muy lejos de allí…

Una débil voz en su cabeza, más débil que la taladradora producida por el dolor de cabeza y que la voz que le decía que no volviera a tocar una gota de alcohol o lo que fuera que se había metido la noche anterior, una voz débil y ligeramente sensata, le decía que, fuera lo que fuese, tenía que ver con la noche anterior, con aquello que no recordaba y con el cabreo del Gato. El Gato seguro que sabía algo… Pero seguro que no le volvería a coger el teléfono.

Cogió una chaqueta y metió el móvil y la cartera en el bolsillo, confiando en que aún le quedara algo de dinero. Seguía sin encontrar la cámara pequeña, así que cogió la del trabajo y un par de tarjetas de memoria del cajón, las llaves de casa y el paquete con la dirección. Y las gafas de sol, por supuesto. Había demasiada luz, demasiada…

Aún así, el sol le golpeó como un mazazo en cuanto abandonó la fría y lúgubre seguridad del portal. Con los ojos casi cerrados y las manos en los bolsillos enfiló calle abajo, con un quejido agónico, arrastrando los pies.

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¡Hey! ¡Que se va sin nosotros! ¡Corred!
Vuestro turno: ¿Hacia dónde se dirige?

a) A comer algo antes de nada.
b) A buscar al Gato y pedirle explicaciones.
c) A la dirección de la tarjeta.
d) ¿Alguna otra opción? ¡Contádmela!

(Vuestra opinión, en la encuesta aquí al lado)

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