30 de marzo de 2011

Capítulo 2 - El Gato

-¿Te has quedado dormido de nuevo o qué?
-Lo siento, lo siento… -No podía creer que fuera a decirle que no. –Oye… es que tengo que esperar por un paquete… ¿Te parece si cuando llegue te llamo?
-¿No te he dicho que es urgente?
-Bueno… Siempre puedes pasarte tú por aquí…
Tan pronto dijo eso, dejó de respirar. ¿La había invitado a su casa? ¿Acababa de invitarla, a ella, a su casa? Aún debía estar borracho…
-Vete a la mierda. Pensaba que podía contar contigo.

El chasquido seco que sonó al colgar ella se le antojó similar a una bofetada. Genial. Para una vez que se digna en dirigirle la palabra y va y la jode así, de buenas a primeras. ¿Qué le querría? Se frotó la cara y los ojos, intentando despejarse un poco y decidió que necesitaba café. Mucho café. Y que una hora era tiempo más que suficiente para tomarse otra aspirina.

Después de tropezarse con la toalla y de preparar el café, consideró que lo mejor sería enviar las fotos del día anterior. Ya debería haberlas enviado. Fue a buscar la cámara. Tenía dos, la buena, que utilizaba para trabajar, y la no tan buena, que llevaba normalmente siempre que salía de fiesta. Uno nunca sabe cuándo puede surgir una buena foto. Ambas se las había conseguido el Gato, cómo no. Las cámaras, las tarjetas, un par de objetivos…

En el mueble solo estaba la primera. No le preocupó demasiado, supuso que la otra la habría dejado en la habitación, con la ropa. Si había sido capaz de desnudarse para meterse en la cama, seguramente habría sido capaz de no dejarla caer al suelo. Con la taza en una mano, encendió el portátil. Acompañó al zumbido de encendido con un sorbo de café que le abrasó la lengua. 

Mientras el ordenador trabajaba por él, cambiándoles la resolución a las fotos y enviándolas, decidió que era hora de llamar al Gato. A lo mejor él sabía algo del paquete, y seguramente podría contarle qué había pasado la noche anterior.

Cogió el móvil de nuevo. G. Gabriella, Gadi, Gala, Garrido, Gato. Llamar. Dejó sonar el teléfono hasta que se cortó la llamada. Rellamar. Gato siempre contestaba. Siempre. Como seguía sin contestar, decidió darle una tregua mientras acababa de mandar las fotos. A lo mejor también arrastraba una resaca como la suya… Se frotó la nuca y cerró los ojos con fuerza. Aunque el Gato no solía emborracharse.

Acabó de enviarlas y volvió a llamar. Gato, de profesión, traficante. Oficialmente tenía una tienda de electrónica, pero hacía meses que no pasaba por allí. En todos esos años, Sombra no había estado nunca. A cambio, no había nada que el Gato no pudiera conseguir, en unas horas y por un precio razonable. Drogas, ropa, herramientas, electrodomésticos, cámaras, armas (Sombra no lo había comprobado, pero estaba seguro de que podría) y, por supuesto, aparatos electrónicos. Era el tipo de persona que todo el mundo sabía que estaba mezclado en asuntos turbios… pero que nadie lo quería ver; ese amigo que las madres dicen que son una mala influencia pero que, en cuanto lo conocen, lo usan de ejemplo y te preguntan que por qué no lo invitas más a menudo a casa. Encandilaba enseguida a la gente con todo su carisma y seguridad, esa sonrisa encantadora y esa mirada traviesa y enigmática de gato callejero. Además, por mucho que la liase, siempre era un tipo tranquilo, simpático y agradable.
-Vete a la mierda, Sombra.
O casi siempre.
-¿Qué…?
No pudo seguir. Ya había colgado. Volvió a llamar.
-Te dije que te fueras a la mierda. ¿No he sido lo suficientemente claro?
-¿Se puede saber qué coño te pasa?
-¿Que qué me pasa? ¡Qué coño te pasa a ti!
-Oye, no sé de qué me hablas. No recuerdo nada de anoche y pensé…
-Una bonita excusa, si señor. Anda, déjame en paz de una puta vez, Simón.

Vale. Mal rollo. Gato nunca lo llamaba por su nombre. Nunca. Lo oyó colgar con la sensación de que algo iba muy muy mal. Y no podía recordar qué. Fue a buscar la cámara pequeña para ver si las fotos le daban alguna pista, pero no pudo encontrarla. El timbre evitó que se pusiera aún más nervioso.

Abrió la puerta maldiciendo todo lo maldecible, y mirando alrededor a ver si veía la cámara por algún lado. Tuvo que entrecerrar los ojos. La luz del sol de la calle le golpeó como un mazazo. Del otro lado de la puerta, una chica con el pelo corto, mechas azules y varios piercings le tendía una carpeta de pinza y un pequeño paquete envuelto en papel blanco.

-Firma aquí.

Cogió la carpeta sin dejar de mirarla. No le gustaban los piercings, pero lo obsesionaban un poco. Siempre que veía a una chica con varios pendientes, no podía evitar desnudarla con la mirada, intentando adivinar dónde más estaría agujereada.

-¿Algún problema? Es para hoy…

Firmó en el recibo, lleno de cifras y letras. No se paró a mirar. Ella tomó la carpeta con el recibo, garabateó algo en el papel de detrás y le tendió el paquete y el papel, sonriendo.

-Hablamos…

La vio bajar las escaleras y cerró la puerta. El paquete era pequeño, poco mayor que una cajetilla de tabaco, envuelto en papel blanco, sin remite ni dirección. Le sorprendió y buscó en el papel que le había dado. No era más que un recibo en blanco, donde la chica había escrito seis cifras: un número de móvil.

.....

Vuestro turno.
¿Qué hace Sombra?

a) Abre el paquete a toda prisa.
b) Busca la cámara desesperadamente.
c) Echa a correr escaleras abajo detrás de la chica.
d) ¿Alguna otra cosa? Contádmela.

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3 comentarios:

Third Eye dijo...

Yo creo que debería ir tras la chica que acaba de entregarle el paquete. Ya que jodió la opción de quedar con la otra, al menos puede intentarlo con esta. Y tambien podría preguntarle por quien envía el paquete y demás.

Anónimo dijo...

¡¿Por qué sale mi nombre de primero cuando va a llamar?! Niña, no me des estos sustos, que lo mismo se equivoca y llama a quien no debe.

Bueno, yo digo que antes de abrir el paquete llame a la policía como una buena madre precavida por si contiene coca-cola explosiva.

Anónimo dijo...

me molan los nombres de la agenda XD