21 de diciembre de 2011

Capítulo 19 - Asuntos familiares

Sombra lanzó una última mirada al coche antes de entrar. Era una oportunidad tan buena... Pero estaba convencido de que no funcionaría. Con su maldita mala suerte seguro que lo tumbaban al primer signo de huida. Y, además, no podía dejar al Gato tirado. No podía ser tan cobarde y traicionarlo así, menos aún cuando el Gato no lo había dejado en la estacada y se había entregado por acompañarlo. Buen Gato...
De modo que, medio a regañadientes y pseudoarrastrado por los matones de turno, le tocó volver a subir los tres pisos. Sin embargo, esta vez pasaron por la puerta de enfrente.
Sombra se encontró en un piso más amplio y mejor amueblado. Mucho mejor, dónde iba a parar, con ese sofá el doble de grande que el otro, y sin las botellas ni la ropa tirada... Eso sí, la joven del pelo azul, Claudia, volvía a estar acomodada en el sofá. Y el dueño de la voz que tanto le sonaba.
Joder, vaya si le sonaba la voz. La voz y la cara y los gestos y el traje caro. Y la sonrisa, por supuesto. Esa sonrisa felina que, junto con la mirada de depredador que la acompañaba, hacía que el Gato perdiera su mayúscula y se quedara en un simple minino aficionado.
Mierda, cómo le había impresionado ese hombre cuando tenía 8 años, cómo lo intrigaba siempre detrás de la puerta de su despacho, qué respeto imponía cada vez que se asomaba para mandarles callar o soltarles un pescozón por haberla liado (otra vez) en el colegio. Mierda, qué respeto imponía ahora con la colección de matones articulados que lo acompañaba. Y venían con todos los extras, joder, joder... De todas esas armas sí que no se acordaba...

-Gonzalo, Simón. Sentados.

Señaló el sofá y ellos, como perrillos entrenados, obedecieron. El Gato se acomodó cruzando una pierna sobre la otra y le respondió con un gesto de cabeza y una sonrisa indolente, manteniéndose en su sitio. En cuanto a Sombra, tuvo que echarle más valor.

-Bu... Buenos días, señor Antares...
- ¿Días? ¿Es que acabas de levantarte, Simón? -Su sonrisa felina se acrecentó.

"Como si no supiera el tiempo que llevo levantado el tío... como si no supiera hasta las veces que he ido a mear... ¡oh, mierda! Maldita sea, Sombra... ¿Por qué tienes que pensar en 'eso' justo ahora?"

-Pero no me habéis dado tiempo a comer... Lo cierto es que me estoy muriendo de hambre y... ¿Puedo ir al baño?

Simplemente lo miró, antes de centrarse en el Gato.

-Teníamos un trato, Guillermo. Tú no te metías en mis asuntos y yo te dejaba en paz.
-Yo no me he metido en tus asuntos.
-¿Ah, no? Creo que las fotos que robó Simón no dicen lo mismo...

Sombra se sintió culpable, terriblemente culpable... Aunque sabía que no tenía por qué sentirse así. A fin de cuentas, él solo había cogido unas fotos. Ellos eran los que habían matado al tipo, ¿no? O al menos eso creía. Y los que lo habían drogado y perseguido y jugado con él todo el maldito día. Y apostaba a que también eran los culpables de que hubiera pegado al Gato y de que le doliera tanto la maldita cabeza y que estuviera muerto de hambre y de que Ella lo odiara y de que se estuviera meando. ¡Joder!

-Tergiversadas. Y además, no debisteis meterlo en esto.

No, claro que no debían haberlo metido... ¿Pero qué coño les pasaba? Con sus pistolas y sus puestas en escena de película de acción americana... ¿No podían haberlo solucionado tranquilamente en el despacho de caoba y a él haberlo dejado en paz, mandar las fotos al curro y volverse a la cama?

Sombra ya empezaba a calentarse así que analizó la situación. Tenía que hacer algo, ¿pero qué? El matón que tenía más cerca parecía divertido con la pequeña batalla dialéctica que parecía a punto de empezar y sostenía la pistola distraídamente. Podía ser una oportunidad... o un suicidio. O una broma, sí, tenía que ser una broma, porque aquello no podía estar pasando, a él no, joder, ya tenía bastante, no podía ser verdad... maldita sea... ¡malditos cabrones!

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Llegado a este punto de desequilibrio mental, Sombra decide:

a) Hacerse el valiente e intentar coger la pistola.
b) Dejarse llevar por su recién adquirida locura y echar a correr por la sala gritando ¡es una broma!
c) Recuperar parte de su dignidad pisoteada y dar su opinión. A gritos.
d) Dejarse llevar por la desesperación y echarse a llorar cual niño.
e) ¿Se os ocurre a vosotros algo mejor? ¿Qué? ¡Contádmelo!

¡¡Vamos que solo queda un capítulo!! ¿Preparados para el desenlace?

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