15 de enero de 2011

Mientras haya vida...

- ¿Cuánto estás dispuesto a pagar por tu libertad?
- Cuanto sea preciso.
- ¿Pagarías con tu vida?
- No. ¿Para qué quiero la libertad si estoy muerto?
- ¿Para qué quieres vivir si estás preso?
- Mientras haya vida, hay esperanza.
- Espera entonces, necio... nunca saldrás de aquí.

La puerta se cerró como se había abierto, con un gemido de metal tanto más angustioso cuanto que era lo único que lo separaba del cielo y del olvido.

- Mientras haya vida, hay esperanza...

En los días que siguieron acabó por repetirlo como un mantra. Las palabras mágicas que le ayudaban a levantarse de aquel apestoso jergón y recorrer la celda, solo para no quedarse quieto, para sentirse útil y vivo. Mientras haya vida, hay esperanza, las palabras que repetía a cada sorbo del agua amarga, a cada mordisco del pan rancio que llegaba a él a través de la estrecha rendija de la puerta. Que repetía antes de volver a acostarse a dormir, cuando ya no sabía si era noche o día.

Un largo tiempo oscuro, impreciso y angustioso, pasó y la puerta volvió a gemir sobre sus goznes de modo lastimero, con un quejido que no llegaba a mostrar todo el dolor de su alma.

- ¿Cuánto estás dispuesto a pagar por tu libertad?
- Mi vida es tuya.
- Lo sé. Siempre lo ha sido.




----------------------

¡¡200 entradas!!
Ole...

2 comentarios:

Kimuko dijo...

¡Oleee! ¡Qué campeona ^_^ Y a por muchas más, sigue así ;)

Gabriella dijo...

¡Enhorabuena por las 200 entradas! Sigue así que sabes que hay gente esperándo más.

Un bacione desde la terracita de mi prima en el centro de Palermo. ¡Oh, qué a gusto se está aquí!