16 de mayo de 2011

Capítulo 7 - La plaza

Dos pasos rápidos a la derecha. Dos a la izquierda. Los dos tipos (altos, anchos de hombros, camiseta sin mangas, músculos marcados, cual sacados del anuncio de un gimnasio) le cerraban el paso allá dónde se moviera.

-Llevas una cámara muy bonita…

Pensó en señalar tras ellos gritando cualquier estupidez, un “mirad, es Richard Clayderman” o algo por el estilo, y echar a correr, pero era todo ya demasiado absurdo así que decidió, simplemente, echar a correr.
Atravesó la carretera esquivando los coches aparcados. ¿Qué otra cosa podía hacer? No le atropelló un coche de puro milagro y el frenazo de otro le puso los pelos de punta. Tenía buenos frenos, buenas ruedas, vaya, eso era innegable. Apoyó la mano en el capó gris al tiempo que el coche se detenía y los pitidos histéricos le atravesaron dolorosamente el cerebro.
No se paró a escuchar las imprecaciones del conductor, por supuesto. Los dos tipos de gimnasio ya corrían detrás de él y, a juzgar por la cantidad de pasos golpeando el asfalto a sus espaldas, no eran los únicos. No quiso girarse a mirar. Simplemente, corrió calle abajo todo lo que le dieron las piernas, sin saber muy bien hacia dónde tirar.
Por si no fuera bastante, le empezó a sonar el móvil.
Tropezó con una pareja que venía de frente y los oyó maldecir a sus espaldas. Alguien gritó algo tipo “¡ladrón!”, y de pronto se sintió el centro de las miradas y la agresividad de la gente de la calle. Vio a una señora levantar el bolso para atizarle al pasar, incluso. Derrapó al llegar a la plaza, tropezando con el bordillo de la acera, manteniéndose en pie de puro milagro.

-Vale, Sombra, bien, la plaza…

Al menos ahora tenía una mínima idea de dónde estaba. Como a medio kilómetro de su casa, cogiendo la calle hacia el norte, y a un kilómetro de la tienda del Gato, hacia el este. No es que fuera un genio de la orientación, pero era fácil reconocer los puntos cardinales cuando en el centro de la plaza había una gran rosa de los vientos.
También había un autobús en la parada. El 17. Estaba pensando en que no recordaba haberlo visto en su vida, cuando el móvil, que al fin se había callado, volvió a empezar a sonar, poniéndole banda sonora, de nuevo, a los pasos de sus perseguidores.
Por la mente de Sombra apenas pasó una palabra. Y ni siquiera podía considerarse como tal.
Argh 

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Esto empieza a superar al pobre Sombra... ¿Qué hace ahora?

a) Sigue corriendo hacia su casa.
b) Sigue corriendo hacia la tienda del Gato.
c) Se sube al autobús, confiando en que los otros no lo hagan.
d) Se para en la plaza y contesta al teléfono.
e) Otra cosa. ¿Cuál? ¡Contádmela aquí!

3 comentarios:

Unknown dijo...

Venga va, si por mas que corra están siempre ahí, son el apoyo de campo de la voz que va a sonar por el teléfono en cuanto conteste :P

JM dijo...

Aunque odia el metro, decide entrar al metro. En la plaza hay 5 bocas de metro, vale con entrar por una, que los demas le sigan,y salir por otra... y seguir corriendo hasta casa,mientras el resto cree que ha cogido el tren en el anden

Faith dijo...

Contestar al telefono mientras se sube al bus.