30 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 53.- María de Quintana


A pesar de todo lo acontecido ese día, María no podía dormir. Estaba cansada, pero aún demasiado agitada y nerviosa como para permanecer en la cama dando vueltas. Se levantó sin hacer ruido, se vistió como pudo, pues no estaba acostumbrada a hacerlo sin ayuda de su criada, se puso una gruesa capa de lana y salió de la habitación con sigilo. La casa estaba oscura y en silencio, pero la luna iluminaba sus pasos. Llegó a la puerta de las cocinas, que daba a un pequeño patio, cruzó la verja y salió de allí.

En la calle hacía frío, tanto que María se quedó parada largo rato hasta acostumbrarse a la temperatura. Caminó sin rumbo, sintiendo el frío en su rostro. Necesitaba serenarse, calmarse, y olvidar la mirada dura y fría de Leo. El sonido de unos aceros chocando entre sí, la hizo dejar de lado sus pensamientos y prestar atención de dónde estaba. Se vió sola, en una calle oscura y apartada, perdida. Y ante sí, dos hombres luchaban, otro en guardia no les quitaba ojo, y dos más se retorcían en el suelo. Rezó por que no la hubieran visto, pero cuando se iba a girar para volver corriendo a casa, reconoció a uno de los hombres y su corazón se le encogió en el pecho.

- ¡Señor! - no se movió ni un centímetro, pero deseaba salir corriendo el dirección al hombre. No era capaz de reconocer los rostros de los otros cuatro hombres, pero temía que Leo estuviera allí y fuera uno de los heridos - Parad, os lo ruego.

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(María por Xie)

28 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 52.- Leonardo


Fue una batalla rápida, sentenciada prácticamente desde el primer encontronazo. No les costó dominar la situación. Salvatore era rápido, Conrado, implacable y Servando, grande. En cuanto a él, hacía buen uso de sus lecciones de esgrima. Era grandioso lo que se podía llegar a hacer con un buen maestro. Y aunque muchos podrían pensar lo contrario, la Compañía de Teatro a quien su madre había encargado su educación estaba llena de buenos maestros. ¿Quién iba a haberlo educado mejor? Los de la farándula le habían enseñado todos los usos y costumbres de los nobles hasta el hecho de pasar por uno mejor que los propios descendientes de las más antiguas familias. A fin de cuentas, vivían de ello. No podían cometer el menor error. Y en la esgrima era exactamente lo mismo. Leonardo aprendió las mejores coreografías, las mejores estocadas, las mejores defensas, de un simple actor.

Pero los había aprendido bien. Apenas lucía un par de cicatrices fruto del acero, y una se la había causado Amelia, así que no podía contarla... La revoltosa había destilado la sangre de ramera y mercenario en una mezcla insidiosa y encantadoramente letal... Y de todas formas él no sabía alzar las armas contra su hermana.

Pero contra esos impresentables, no tenía el más mínimo remordimiento. Llegó el último a la fiesta, pero enseguida se avino a ella, esquivando mesas y sillas, tiñendo su arma de escarlata. Pronto los jugadores perdían la partida e imploraban piedad sollozando como niños de cuna. Escoria entre la escoria, perfecto.

Leonardo paladeaba el placer de la victoria, cuando notó las miradas de sus tres compañeros clavadas en él. Sorprendido, se recorrió el cuerpo con la mirada, pero no encontró motivo para tal expectación. Luego cayó en la cuenta. ¿Pero qué se creían, que era Lázaro?

-Vaya... ¿Qué queréis que os diga? No podemos dejar que se vayan de la lengua, pero...

No llegó a terminar la frase. Conrado ya había clavado su espada en la garganta del hombre más cercano, que murió con un gorgoteo húmedo por toda queja. Lucía una sonrisa que habría dotado a su rostro de una belleza y dulzura que no podía menos que helar la sangre del mismo diablo. Conrado solo sonreía así cuando la muerte servía a sus manos.

-Bueno, sea. Muertos no hablarán, y aquí tardarán en encontrarlos.

Dio un paso hacia la puerta, hundiendo su acero en el pecho de uno de los truhanes, que luchaba por ganar la salida.

-Que no escape ninguno o estaremos en un lío mayor...

Tuvo que gritar, para ser oído. El puñado de hombres se alzaron y retomaron su lucha en un intento desesperado por mantener su alma unida al cuerpo, llenando el aire viciado de la sala de aullidos de rabia desconsolada, la tortura de la muerte anunciada, mordiendo su cuerpo en manos de un grupo de canallas como ellos...

Las armas volvieron a brillar y a bailar en el cuartucho, y para cuando el dolor se silenció, Leonardo se agachó y recogió varias monedas de una bolsa.

-Dejad las armas y parte del dinero. Sí. El dinero. Dejadlo.

Sus compañeros le miraron como si estuviera loco. Pudo ver, incluso, un brillo peligroso en la mirada de alguno que casi le hizo desdecirse, pero ¡que diablos! si habían decidido obedecerle, que fueran consecuentes o por la misa que él seguía sabiendo pelear...

-Coged una parte y dejad el resto a la vista. Y si les quitáis algo, que no se note que los han desvalijado. Cuando los encuentren, porque seguramente los encontrarán, pensarán que se han matado los unos a los otros por una mala partida. Y eso ha sido. Su última mala partida.

Sonrió, con esa sonrisa retadora, pícara, que hacía perder la cabeza a muchas mujeres y que desquiciaba a los hombres hasta el punto en que había desnudado aceros y damas solo por ella.

-Y vámonos cuanto antes. Estoy harto de esto y necesito una copa. Vosotros, desgraciados, ya habéis bebido bastante -se echó a reír- y a mí entre la moza y vuestras correrías, no me habéis dejado probar ni una gota...

25 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 51.- Salvatore


Por fin, en aquel tugurio oscense la jarana había comenzado. Salvatore sonrió. Su cuerpo perdió la rigidez, los pies se adelantaban y volvían a su posición secundando cada estocada, su mano libre se movía para equilibrar el torso. En cierto modo, la lucha tenía algo de danza. Y Salvatore era un buen bailarín.

Lo repentino del combate y la entrada de Conrado y Leonardo pronto inclinó la balanza hacia el bando de los forasteros. Los escurridizos tahúres imploraban clemencia ante los ojos furibundos de Servando. Los matones presentaban resistencia en silencio. Un navajazo certero a punto estuvo de rajar la cara del bardo.

- ¡Ma, figlio di...! ¡Nel viso!

Arremetió con lances ágiles y prestos que hicieron retroceder a su rival. Su daga no era grande, pero en un par de ocasiones se hundió en la carne levemente, lo bastante para teñirse de rojo. Si le hubiese marcado la cara, Salvatore lo hubiese degollado sin dudar.

Miró a su alrededor, y vio que la pelea había terminado, los últimos que se resistían miraban resignados al acero a pocos palmos de su cara, desde el suelo. Los tres miraban a Leonardo sin envainar sus armas. Un movimiento afirmativo de su cabeza, y aquellos pobres diablos no verían amanecer. Eso sí, pasase lo que pasase, pensaba recuperar sus monedas y llevarse además todas las de aquellos maleantes. No parecían del tipo de gente que acude a la guardia a dar parte del suceso. Es más, no parecían del tipo de gente que quisiera estar a cien yardas de la guardia. Salvatore pensó que igualmente, después de aquello no podrían quedarse mucho más tiempo en Huesca, podría ser peligroso. Y a fin de cuentas, allí no habían encontrado ni rastro de la Revoltosa…

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(Salvatore by Sherezade.)

23 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 50.- Leonardo


Llamaron a la puerta y se echaron a un lado. Si abrían, no los pillarían delante. Tampoco los podrían ver bien.

-¿Santo y seña?

Leonardo miró a Conrado que se encogió de hombros. ¿Pero qué santo y seña ni que... ? El hombrecillo de la puerta se impacientaba, Leonardo podía sentirlo.

-¡Santo y seña!

Leonardo se encogió él también de hombros. Si había que entrar, había que entrar.

-¡Abran paso a la guardia!

Pudo notar el desconcierto del hombre del otro lado de la madera que cerraba la casucha. De todas formas no duró mucho.

-¿Qué estúpido truco pretenden? Por aquí la guardia...

Leonardo se quedó sin saber qué hacía la guardia por esos lares. Se oyó un estruendo apagado, allá dentro, y un juramento por parte del guardia. Lo oyeron alejarse de la puerta corriendo.

-Maldita sea su estampa... ¿Vamos?

Conrado asintió. Se alejaron unos pasos de la puerta y cargaron contra ella, los dos a una. La madera resonó con fuerza, pero apenas tembló. Dentro el ruido era mayor. Volvieron a embestir la puerta. Esta vez se combó un poco. Leonardo se frotó el hombro dolorido.

-Caerá como me llamo Leonardo Medina...

Y cayó. Al cuarto golpe, la puerta se soltó de sus goznes y Leonardo cayó con ella junto al comienzo de las escaleras. Ahora le llegaba mucho mejor el ruido de la lucha. Conrado ya bajaba los escalones. Se levantó y lo siguió, sacando la espada que había ocultado a su espalda.

21 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 49.-Lázaro


¿Tumbado? ¿Pero había bebido o qué diantres...? No, no lo suficiente, igual... Tal vez ahí estaba el problema...

La defensa de Hernán le permitió volver a ponerse en pie, aunque la herida le escocía como el mismísimo diablo. Por un momento pensó en dejar a su compañero a cargo de la situación, pero Hernán apenas se dedicaba a defender, basándose en cierto código estricto de honor y zarandajas varias que solo él y el Altísimo conocían.

Aprovechó, pues, que el tipo de cara de caballo atacaba de nuevo para tirar a fondo desde debajo del brazo de su compañero. El acero se deslizó suave entre dos costillas, apenas sin oponer resistencia. El muy cretino ni siquiera iba vestido para luchar... ¿Quién se creían que eran, dos turistas idiotas?

Se vio tentando de soltar el arma, pero el moreno ya estaba en pie y atacaba a Hernán. Dio un tirón seco para liberar la espada de su nueva vaina de carne humana. El hombre de rostro equino había gritado cuando se la clavó, pero ahora apenas gimió mientras caía. Mala herida. El Altísimo lo acogiera en su gloria... o no... Eso ya no era cosa suya, ya bastante había hecho dándole el pasaje al otro mundo...

-No te preocupes por mí, Hernán... Ese es todo tuyo... Sangre para calentar tu otra espada. Con un alma robada, para mí ya es suficiente por hoy...

Se mantuvo, no obstante, espada en alto, a la defensiva, sin perder de vista al moribundo ni al otro, que se retorcía intentando desclavar su mano de la tierra. Maldecía, y junto a los jadeos del moreno en su lucha contra Hernán, los chasquidos de los aceros al encontrarse y los gemidos agónicos del otro, la guerra parecía haber vuelto a aquel perdido callejón. Lázaro sonrió.

Luego volvió la vista al hombre del suelo. En minutos iba a ser cadáver... Otro cadáver más. Le dedicó su sonrisa más amarga mientras le susurraba, más para sí mismo que para el futuro difunto.

-Si hubiera aguantado un par de meses más en el monasterio, te habría podido dar la extrema unción, hermano... Ahora... Ahora nos vemos en el infierno. Pax Vobiscum...

18 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 48.-Hernán


Tras escuchar las palabras de Lázaro no pudo evitar que se le escapará un suspiro mientras miraba al su rival, temeroso, en el suelo. No sabía lo que hacer y las palabras dichas solo le habían suscitado más dudas. Si hubiera sido una batalla justa le habría matado sin dudarlo un segundo.

- Supongo que me siento generoso - Dijo el hombre quitándole la espada de la garganta - no temas, no te mataré, todavía. Pero no dejare que vuelvas a unirte a la batalla - Continuo diciendo - así que mejor que cierres los ojos, dolerá.

Unos segundos después de decirlo el acero del hombre atravesó la mano de su rival, así no podría empuñar una arma con esa mano. Su rival no pudo reprimir un grito del dolor, pero debía dar gracias de conservar la vida.

- Por desgracia para ti, no me fio lo suficiente de tu otra mano - Dijo Hernán mientras retiraba la mano de la empuñadura - Así que conservaremos clavada la espada ¿Te parece bien? Volveré a buscar la espada, solo espera ahí quietecito.


Aprovechó el momento de tranquilidad para sacar la botella a la luz y observar que estaba intacta. “Menos mal” pensó el hombre alto. Volvió a ocultar la botella bajo la capa mientras su mirada ahora se centraba en la pelea de Lázaro. No le iba tan mal, seguía todavía vivo contra dos oponentes. ¿Acaso los hermanos Medina no le dejarían de sorprenderle?

- Bueno habrá que ayudarle - Dijo Hernán desenvainando la otra espada de su funda - aunque ya no recuerdo si ha pedido ayuda…

Por suerte se decidió ir a ayudarle justo a tiempo, antes de que cayera al suelo, dirigiéndose hacia Lázaro casi corriendo.

- ¡¡Hernán!!

Le llamó Lázaro, parecía angustiado por la situación.

- ¿Qué haces tumbado? – Dijo Hernán apareciendo justo a tiempo y parando la espada del rival - ¿Tomándote un descanso? ¡Te parecerá bonito! Mientras yo sufriendo sin beber de la botella… digo… sin beber desde la taberna…

Hernán se fijó el ahora su adversario, ¿o seguía siendo el de Lázaro?, que había retrocedido unos pasos al ver que las cosas se complicaban. No le podía quitar el rival a Lázaro, cada uno tiene que encargarse de sus contrincantes. Así que haciendo caso a su yo interior, el hombre alto se quedó a la defensiva mientras el señorito se decidía a levantarse.

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(Hernán, a manos de Alexsparda.)

16 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 47.- Lázaro


Lázaro esquivó otro golpe del aragonés de cara de caballo y retrocedió un par de pasos. El moreno parecía intentar levantarse de nuevo.

-¿Y yo qué sé? ¿Podrías matarle o darle una patada o algo y ayudarme un poco? Esto duele y el tipo este… -Paró otro golpe. ¡Así el Altísimo lo confunda!

La siguiente estocada del enemigo volvió a pasarle demasiado cerca. No le gustaba hablar mientras luchaba. Lo desconcentraba. Esquiva otro ataque, parada en tercera y otro paso atrás. Estaba retrocediendo demasiado. Demasiado…

¿Cómo era aquella estocada que le había intentado enseñar Leo? Para empezar tenía que tratar de ganarle los tercios del arma a su adversario, haciéndole parar sus ataques con la parte más cercana a la empuñadura. Parar en cuarta y luego... Pero el moreno se alzaba, sujetándose la herida y Lázaro retrocedió otro paso más, tropezando. Paró la siguiente estocada ya desde el suelo.

-¡¡Hernán!!

14 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 46.-Hernán


- Me ha tocado el enano… - Murmuraba Hernán mientras echaba un pequeño vistazo a la pelea de Lázaro - Que suerte tienen algunos… Este seguro que me rompe la botella al no poder atacarme más arriba…

Le encantaba quejarse en cada batalla, fuera por lo que fuese, siendo básicamente su forma de mantenerse centrado en el rival. Aunque su rival no estaba dispuesto a dejarle quejarse en demasía, atacándolo con movimientos rápidos mientras perjuraba a no sé quien sobre que iba a hacer no se qué.

- Encima me ha tocado hablador, - Seguía murmurando - por lo menos, podría aprenderse algunas frases diferentes…

Hernán iba parando los golpes como podía mientras buscaba el momento idóneo para esquivarlo y contraatacar de forma certera. Para ello, el hombre memorizaba los movimientos del rival para poder anticiparse. Aunque parecía que el ya apodado por Hernán como “enano hablador” no repetía golpes.

- ¿Izquierda? - Hernán miró a su rival y según los gestos parecía que esa era la dirección - No, al final es derecha…

El hombre alto esquivó el último golpe a duras penas consiguiendo salvar la botella del filo. Sin darle un segundo de respiro, su rival, volvía a la carga, ahora por el costado. Por suerte el juego de pies del hombre alto estaba a la altura de la velocidad de esos ataques pudiendo volver a esquivar el ataque poniéndose de cara al acero y echándose hacia la izquierda.

- Ahora cambia las tornas - El hombre alto aprovechó el fallo del rival para emprender su ataque - es hora de contraatacar...

Hernán dio un paso hacia adelante alzando la espada y descargándola hacia abajo en un golpe poderoso que a duras penas pudo pararlo el enano con su acero. Era su turno así que ahora la felicidad era extrema. El rival retrocedió unos pasos, cosa que hacían todos pero era algo ilógico, ya que concedían a Hernán volver a preparar otro golpe.

Mientras lanzaba el segundo golpe esta vez en horizontal pudo escuchar a Lázaro preguntarle qué hacía.

El hombre se encogió de hombros mientras veía su acero esquivado, cosa esperada, y emprendía ahora un golpe hacia el costado.

- ¿Luchar, no? – Disimulaba el hombre mientras observaba que su espada impactaba contra la del rival, haciéndole a este ultimo perder el equilibrio y caer al suelo - Ah, es por lo del brazo… Es que… Tengo frío, Lázaro, ya sabes que luchar a estas alturas de la estación y a estas horas hiela hasta la mismísima sangre.

Hernán suspiró al ver a su rival en el suelo y la espada, que instantes antes había buscado con ansia su carne, a sus pies. No podía negar que le habría gustado que su rival volviera a coger la espada, pero no podía dejarle hacerlo.

El hombre alto plantó una de sus botas sobre el acero para que no lo pudiera levantar su rival.

- En fin… Cuando empezaba a divertirme… - Dijo con desolación mientras le ponía la otra de sus botas en el peto de la armadura y la espada en la garganta- ¿Qué hago con este Lázaro?

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(Hernán por Alexsparda.)

12 de mayo de 2012

12 de mayo

Como todos los 12 de mayo, día de la fibromialgia, aquí os dejo algunos enlaces para saber un poquito más.

Esta vez os dejo el enlace de la de la Confederación Nacional de la Fibromialgia y la Fatiga Crónica, el de Afibropo, que es la asociación en Pontevedra, y un enlace a un artículo de la Revista de la Sociedad Española del Dolor.

Como seguro que hacéis pocos clicks, aquí os queda, como resumen, el del artículo:




La fibromialgia es una patología crónica y compleja que provoca dolor muscular generalizado que puede llegar a ser invalidante, asociado a mal descanso nocturno y fatigabilidad, y que afecta a las esferas biológica, psicológica y social de los pacientes.
Además su elevada prevalencia hace de ella un problema sanitario de primera magnitud.
Dificultad añadida supone el que sus criterios diagnósticos únicamente sean clínicos y que su etiopatogenia todavía no haya sido aclarada, lo que dificulta aún más su estudio y por supuesto su abordaje terapéutico.
En su tratamiento resulta fundamental el abordaje multidisciplinar en contraposición a un abordaje biomédico tradicional, dada la enorme complejidad que suelen presentar estos pacientes. En esta revisión intentamos aunar los conocimientos actuales en la literatura médica aunque hay que resaltar que diariamente multitud de estudios y referencias médicas y paramédicas abordan el tema con mayor o menor rigor científico.

(© 2004 Sociedad Española del Dolor. Publicado por Arán Ediciones, S. L.)

11 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 45.- Lázaro


-Que elijan ellos. No les vamos a hacer ese feo, ¿no?

Los hombres ya estaban desenvainando y se acercaban a ellos.

-Por cierto, Hernán... ¿A ti te suenan de algo? Caballeros... antes de atacar y ya que están tan convencidos de que estábamos en el otro ejército... ¿Pueden indicarnos en cual ejército? Solo por estar informado, vamos... Hemos estado en tantos...

Siempre que se ponía nervioso antes de luchar no podía evitar provocar a los contrincantes. Las florituras no se le daban bien. El de las clases de esgrima era Leonardo. Sacó la daga a hacer compañía a su espada.

-¿Y bien...?

No le dejaron seguir hablando. Los tres hombres cargaron contra ellos a una y enseguida todo fue caos. Cruzó su espada con un tipo ancho de hombros y cara morena. A su derecha, Hernán se batía con otro que apenas le llegaba a los hombros, y que perjuraba a cada embiste, mientras que el tercero, delgado y con un rostro que le recordaba a un caballo famélico, bailaba entre los dos, ora atacando a uno, ora aprovechando un descuido en la defensa del otro. Lo ponía nervioso. Más aún cuando una de las espadas enemigas le pasó rozando la oreja. El Altísimo los confundiera, ya estaba harto.

Paró otra acometida y tiró a fondo, a la desesperada. Fue un buen golpe, su adversario cayó, herido, pero el hombre de rostro equino aprovechó su parca defensa para clavar su acero en su muslo. Así se quemara en las más ardientes llamas del infierno. Así la próxima vez que conociera mujer, esta le contagiara las más terribles pústulas. Así recibiera el doble de acero que había brindado a sus enemigos.

Mientras desclavaba su arma del cuerpo del moreno, trazó un arco con su daga para apartar al otro. Miró a a Hernán de soslayo. Se las arreglaba bien, pese a luchar solo con una espada. La otra mano la mantenía aún bajo la capa.

-¿Se puede saber qué diantres haces? Voto a...


9 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 44.- Servando


¿Qué leches hacía el ligón en una timba? Si él se pasaba las tardes en que él invertía delante de los naipes cantándole sensiblerías a las taberneras y poniéndole ojitos de cama a todo lo que llevara falda. Casi no se habían reído cuando aquel soldado caledonio le quiso cruzar la cara, entre el pelo largo y la faldita a cuadros el pobre Salvatore había perdido el norte por un momento. Pero claro, ahí había estado Servando para ponerse delante y evitar que le metieran el laúd por la glotis abajo y se pasara cagando cuerdas y astillas dos semanas, ¿y cómo se lo pagaba el cretino? Arruinándole la mejor partida en años. Cierto que ya había perdido unos doscientos escudos, y de esos doscientos no llevaba más que cincuenta en la bolsa, pero estaba seguro de que iba a remontar a los naipes.

Servan entendió a la perfección las señas del bardo, o casi, a la primera se creyó que estaba indicando que tenía duples y a la segunda que tenía juego, pero como no estaban dándole al mus se dio por enterado de que hiciera como si no lo conociera. El disimulo a él se le daba perfectamente, aunque sus sobacos y su calva no lo entendieran tan bien y empezaran a sudar, convirtiéndole en una mezcla entre Goliat y las cataratas Victoria.

El mano repartió las dos cartas de rigor para jugar al ramponeau, con los dedos como salchichas Servando agarró las suyas y sonrió al ver un as de corazones y un siete del mismo palo. No estaba mal, a ver esas tres primeras cartas. El croupier las volcó sobre la mesa y luego las giró. La primera fue un 3 de corazones, observó complacido el gigantón, aunque la segunda le desanimó un poco, un rey de diamantes. A la tercera esbozó otra vez su sonrisa bobalicona: una reina de corazones. Faltaba otro corazón en las dos siguientes cartas para conseguir color. El tipo a la derecha del mano habló y apostó veinte escudos. Servando fingió dudar, se rasco el cogote pero al final igualó la puja. El resto de jugadores menos el bardo se retiraron rezongando. Giraron entonces la siguiente carta y el calvo reprimió un grito de júbilo. Un dos de corazones. Ahora el otro apostaría más alto y él podría resubir, estaba todo hecho, una victoria fácil y gloriosa...

-¡Maldito, te he visto mirarme las cartas! ¡Tramposo!

¿¿¿Qué decía aquel chalado guaperas???? No podía hacer el idiota ahora. Ahora no, no con aquellas cartas en la mano. Había venido sólo a destrozarle la partida, se iba a enterar, ahora que iba a recuperar todo lo perdido. Con un rugido Servando se levantó, la cara y la calva rojas de rabia, metió una manaza debajo de la mesa y la volcó como una hoja de pergamino. Arremetió contra el bardo y le agarró de la garganta con una mano mientras cerraba la otra en un apretadísimo puño. Salva le miró aterrorizado, negó con la cabeza y señaló hacia la puerta con el dedo que antes le apuntaba a él. Los dados dejaron de rodar dentro de los sesos de Servando y el sonido de miles de naipes barajándose dejó de zumbarle en los oídos al comprender lo que pasaba.

Impresionantemente deprisa para alguien de su tamaño soltó al bardo y cambió el destinatario del paquete de nudillos. El tipo de su derecha, el de la cara de rata, se estrelló contra la pared con la nariz desparramada por la jeta y un par de dientes rodaron por el suelo. Lo siguiente fue encontrarse junto a Sal balanceando la maza por encima de sus cabezas y con los tahures gritando y desenvainando sus aceros.

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(Servando por James. ¡A ti también te queremos una jartá!)

Lágrimas que derramar - La novia cadáver

El otro día, mientras planchaba, me puse La Novia Cadáver de Tim Burton en italiano para ir practicando un poco. Me encanta esta canción.

Se sfiorassi una candela

O bueno, en castellano:


¿Qué es lo que tiene esa mocosa que tu no tengas de sobra?
Tu bella sonrisa no se puede comparar,
¿Qué hay de su pulso?
Sobrevalorado está, sobre estimado, exagerado,
Si con nuestros ojos él te viera.

Y en el dedo de esa tonta,
su anillo no está.
Y no toca el piano, ni canta así.
No te puede alcanzar.
Ella puede respirar,
¿Y qué?, no importa,
sobre estimado, exagerado.
Tendría que apreciar que eres especial,
Si con nuestros ojos él te viera.

Si una vela toco se que nada sentiré.
Si me cortas es igual no sangraré.
Y yo se que ella está viva,
Y que muerta yo estoy.
Pero sufro en realidad,
No diréis que no es verdad.
Aún me quedan lágrimas que derramar.

Tan sólo es destacable, en la miserable,
que muy viva está,
sobre estimado, exagerado.
Todos saben que se trata de un estado temporal,
que se cura en seguida cuando llega el final.
¿Y qué?, no importa, sobrestimado, exagerado.
Tendría que apreciar que eres especial,
Si con nuestros ojos él te viera.

Si una vela toco se que nada sentiré.
Sobre el hielo,
bajo el sol,
no cambiaré.
Y mi corazón responde,
aunque no late se rompe.
Y yo sufro en realidad,
no diréis que no es verdad,
Y aunque se que muerta estoy
Aún me quedan lágrimas que derramar.

8 de mayo de 2012

Barritas de limón

Como el otro día pareció gustaros la receta del brownie, os dejo hoy una nuevecita del todo. Solo tiene una prueba, pero fue satisfactoria, así que me arriesgaré a copiarla en la libreta y subirla aquí. Me la pasó un americano, no recuerdo la página en sí... pero me las he visto y deseado para las correspondencias con las tazas y los gramos, aparte de tener que buscar un conversor de Farenheit a Celsius y todo eso... A lo mejor debería haber atendido más en física.

Barritas de limón.

Ingredientes:

225 g. de mantequilla.
2 tazas de harina (cada taza son 125g.)
1/2 taza de azúcar glass

4 huevos
2 tazas de azúcar
4 cucharadas de harina
1/4 taza de zumo de limón (en agua, una taza son 250g.)
1 cucharada de ralladura de limón
azúcar glass

Elaboración:

- Precalentamos el horno a 160º. (Celsius, soy buena así que os doy ya la conversión)

- Mientras se calienta, derretimos la mantequilla y la mezclamos bien mezclada con las 2 tazas de harina y la media taza de azúcar glass.

-Ponemos la mezcla bien estirada en un molde, de manera que haga una capa fina, y la horneamos durante aproximadamente 20 minutos.

-Mientras tanto, mezclamos en otro bol los huevos, el azúcar, las 4 cucharadas de harina y todo el limón. Lo extendemos sobre la masa anterior y lo llevamos otros 20 minutos al horno.

-Dejamos enfriar, desmoldamos, cortamos en barritas y espolvoreamos con azúcar glass.

Y... ¡¡Tacháaaaan!!


Nota: Como tenemos el limonero a pleno rendimiento, se buscan recetas nuevas con limones para probar. 


7 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 43.- Salvatore


Aquel par de pícaros condujo a Salvatore hasta una casucha adosada a la muralla oscense. Seguía metido en su papel de "primo" al que van a desplumar, pero empezaba a costarle fingir tranquilidad... Cuando entró a la habitación en el sótano, sopesó que al menos un par de aquellos tipos había matado más de una vez. En aquel antro parecía darse cita lo más granado de la chusma oscense: timadores, charlatanes, bandidos de la peor ralea... Salvatore confiaba en la fuerza de Servando y en su propia destreza con la daga, pero deseó que Leonardo y Conrado no anduviesen lejos, o podrían verse en serios problemas.

Hizo tintinear en su mano las pocas monedas que había reunido, fingiendo despreocupación. Los que jugaban en aquella mesa alzaron la cabeza al oírlo. A la pobre luz que brindaba el candil de sebo identificó a Servando, y con un gesto impaciente le dio a entender que le siguiese la corriente, como si no se conociesen. La frente del condenado ya estaba perlada de sudor, a saber cuánto había perdido ya a los dados, porque en aquel momento los retiraban para sacar una manoseada baraja...

Salvatore se temía que, en el mejor de los casos, saldrían de allí con el pellejo ileso y sin un denario. Eso si Servando no había perdido ya más de lo que podía pagar... Sobre todo porque el italiano no tenía ni idea de juegos de cartas, salvo lo poco que escuchaba cuando Servando les relataba durante horas los pormenores de las partidas que había estado "a esto de ganar". Mientras miraba los ajados naipes, recordó la primera y última vez que había jugado... Sólo era un muchacho, y lo habían dejado sin blanca en una partida de "gioco di Primiera"... Recordó cómo lo había consolado la tabernera del local, y cómo había abandonado para siempre la afición al juego por la afición a las damas...

Se sentó, saludando a sus compañeros de mesa, que esgrimieron sonrisas taimadas, no todos los días tendrían dos presas fáciles juntas. Servando sólo tenía ojos para el mazo de cartas, quizá conjuraba así a la suerte que con tanta frecuencia lo esquivaba. El hombre de la oreja mellada repartió, y el silencio en la sala se hizo más espeso. Salvatore afianzó los pies en el suelo, sintiendo la daga pegada a su costado, por si hubiera que salir de allí por las malas. Después, observó lo que salía en aquella mano y procuró actuar como si supiera lo que estaba haciendo.

En aquel momento llamaban a la puerta.

-¿Santo y seña? -preguntaba el anciano. Su voz sonaba amortiguada desde arriba de la escalera.

- ...

- ¡Santo y seña! -repitió, casi gritando esta vez.

La concurrencia se volvió hacia la escalera, donde en lo alto el vigilante empezaba a impacientarse, asomando la bulbosa nariz por la mirilla, a fin de identificar quién llamaba. Salvatore podía imaginarse quienes eran. Vió cómo acudían a un par de manos sendas navajas melladas. Fue entonces cuando se levantó de un brinco, haciendo caer la silla a su espalda, y señalando a Servando con un dedo enhiesto, gritó:

- ¡Maldito, te he visto mirarme las cartas! ¡Tramposo!

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(Nuestro buen bardo, siempre por Sherezade. ¡Te queremos, Cher!)


6 de mayo de 2012

Brownie para una madre en 5 minutos

Pues como es el día de la madre (¡Feliz día, madre!) tocaba hacer algo, y tocaba hacerlo rápido (levantarse tarde y tal...) así que hemos optado, de nuevo, por el maravilloso brownie de 5 minutos.

Y como hace tiempo que no colgaba ninguna receta, pues ya iba tocando.

Esta receta la encontré revolviendo por internet en esos meses que pasé en el limbo del apartamento, en los que me apetecía ponerme a hacer postres y bizcochos pero no tenía con quién compartirlos. Receta rápida, receta para una-dos personas (o 6, si nos ponemos), receta que no mancha demasiado, receta con buenos resultados, receta perfecta. 

¿Preparados? He aquí mi versión (que en poco se diferencia de la de la página donde la encontré.)

Ingredientes:
- 1 huevo
- 1 cucharadita de levadura en polvo
- 2 cucharadas soperas de cacao 
- 3 cucharadas soperas de leche
- 3 cucharadas soperas de aceite
- 4 cucharadas soperas de harina
- 4 cucharadas soperas de azúcar
- Nueces


Como veis, es hasta fácil de recordar, porque las medidas van 1-1-2-3-3-4-4... ¡Si es que todo son ventajas!

Para preparar el brownie, mezclamos todos los ingredientes en un bol pequeño (o cuenco o taza relativamente grande dado que es donde lo vamos a hacer. ¡Y ojo, crece y no queremos tener que limpiar el micro!). Si queremos hacerlo de manera algo más profesional, podemos empezar por batir los huevos con el azúcar hasta que quede blanquecino, añadir el cacao, leche y aceite, mezclar bien, luego harina y levadura hasta que no queden grumos, luego las nueces... Pero vamos, es hasta innecesario. Con mezclarlo todo bien hasta que no quede grumo alguno y luego meterle las nueces, vamos sobrados. Una pizquita de canela tampoco le viene mal, pero eso ya es al gusto.

A continuación lo metemos en el microondas, máxima potencia (que no grill) durante 3 minutos. Lo dejamos reposar un poco y ¡tachán! Brownie preparado. 

Puedes comerlo con helado, nata, solo (queda un poco seco) o... echarle imaginación.

Montamos un poco de nata, se la ponemos por encima, un poco de chocolate rallado, unas estrellitas y voilà. También lo probamos con nata y fresas y quedó aún mejor. 

Toca ahora la nota a los diabéticos: cacao puro, sin azúcar y edulcorante líquido (que por lo que tengo entendido, en polvo pierde el dulce al cocinarlo) en las mismas proporciones y el resultado queda parecido. Más tirando a flan que a brownie, porque al ponerle el edulcorante líquido queda todo más... jugoso, digamos, pero no queda mal. 

Postre en 5 minutos, 10 al adornarlo... No está mal, ¿no?




4 de mayo de 2012

Publicando en Bubok

Pues sí... Ahí lo tenéis, en esa lista de cosas a la derecha, un link a la historia de Sombra (que al final, tras mucho pensar y pensar, se ha quedado con el título de "Viernes de Resaca."

http://www.bubok.es/libros/213309/Viernes-de-resaca

Le he cambiado un par de cosillas (como el hecho de que sea viernes en vez de domingo, que a ver qué oficina de Correos abre los domingos...), le he corregido alguna que otra más y lo he puesto bonito y todo junto para que lo podáis descargar y leer todo seguido. Más cómodo ¿no?

Ya no tenéis excusa. Y además, si os gusta/ha gustado, gustosa os doy permiso para hacerme publicidad, que siempre queda bien ¡y os lo agradeceré mucho mucho!


Persiguiendo a Amy 42.- Hernán


La mirada de Hernán estaba fija en las espadas de los soldados aragoneses, esperando que estas mostraran un poco de su acero, aun guardado en sus vainas para poder acabar con el dialogo, o más bien interrogatorio. Por suerte, Lázaro, no estaba con el plan de alargar más la conversación.

-Espero que a tus armas no les moleste el frío, Hernán. Me parece que va a tocar bailar...

El hombre alto sin embargo, ahora, tenía un problema sobre qué hacer con la dichosa botella que les había traído problemas. Se debatía entre dejarla salir a la luz y dejarla a un lado, o luchar con ella con el peligro de que la rompieran o se le cayera.

- No creo que les importe, Lázaro, siempre que haya un baño de sangre que calme el frío…

Aunque le gustaba luchar con dos espadas, esta vez, no sería posible debido a que había decidido al final mantener la botella guardada bajo la capa. Le costaba demasiado alejarse de la querida botella y quizás así no le regañara Lázaro.

- Tres para dos… ¿Qué eliges Lázaro? ¿Dos o uno para vos?

Hernán agarró con firmeza la empuñadura de la espada y desenvaino mientras observaba a Lázaro. Como era la costumbre en él, no empezaría la batalla hasta que Lázaro no lo hiciera.

- O sino, que elijan ellos, como prefieras Lázaro.

Hacía ya bastante tiempo que ansiaba algo de acción y ahora que la iba a tener, su cuerpo, lo celebraba con gran entusiasmo. Aunque quizás por derramar aquella sangre se meterían en mas líos de los deseados. Su instinto asesino crecía al medida que los segundos iban pasando mientras que su cuerpo empezaba a no sentir ni pizca de frío.

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(Hernán, ese tipo algo, a manos de Alexsparda.)

2 de mayo de 2012

Persiguiendo a Amy 41.- Lázaro


Lázaro ya no sentía las manos ni los pies cuando Hernán salió del monasterio. Recogió el hábito y las monedas. No eran muchas. Estaba casi convencido de que Hernán se había guardado alguna para sí, pero no habían de ser muchas. Y, a fin de cuentas, si pretendía guardarlas todas, bien podría haber ido él...

-¿Nada más?

No sabía si fiarse, pero lo dejó correr. El dinero, sumado al del alcalde, era suficiente para que el grupo pasara la noche en la posada, desayuno incluido. Y aún tenían una recompensa pendiente por parte de la dama... La moza...

-¡Por la misa! ¡Hernán! No recordaste preguntar por Amelia, ¿verdad? Maldita sea... ¿Será posible que no hagamos nada al derecho?

Como si Aristóteles oyera sus palabras, al cruzar la esquina se encontraron con un trío de aragoneses que bien podían acabar de salir de un ejército por la cantidad de metal afilado que llevaban encima. Podrían ser todo el ejército.

Lázaro arrugó el ceño y se rascó la nuca. Aquello atufaba a problemas.

-Buenas noches, caballeros.

-Buenas noches, señores.

-¿Qué hacen unos extranjeros como ustedes tan lejos de casa?

¿Lejos de casa? Ni siquiera habían preguntado de dónde eran... Y Lázaro sabía que no tenían pinta de extranjeros. De desharrapados quizá...

-Tan solo estamos de paso...

-¿Y qué lleva vuesa merced tan bien oculto?

Lázaro miró el hatillo que llevaba en las manos. Aún a esa luz se veía que era un atado de ropa de mala calidad. Sin embargo, al levantar la vista pudo observar que la mirada del hombre no iba dirigida a él, sino al tipo alto que lo seguía. Retrocedió un paso sin separar los ojos de sus interlocutores, hasta ponerse a su altura para poder susurrarle.

-Por el Altísimo, Hernán, ¿qué diantres haces? Estamos en minoría, no creo que sea el momento de hacerse el interesante...

Su hombre mantenía la mano bajo la capa, sujetando algo que permanecía oculto a sus ojos.

-No oculto nada, señores... es que me duele una costilla... una herida de guerra, ya saben...

Los aragoneses dieron un paso al frente.

-Y hablando de guerras... ¿a vosotros no os he visto en el campo de batalla? Juraría haber cruzado mi espada con un tipo como vos...

-Sí, yo también creo haberlos visto en el bando contrario.

Lázaro se rascó la nuca de nuevo. Por todos los santos de este y el otro Reino. ¿Por qué la gente se empeñaba en recordar sus caras después de una batalla? Él solo tendía a recordar los golpes, las heridas, los gritos y la sangre...

-Lo dudo, señores. Soy siervo de la santa iglesia Aristotélica.

-Pues yo juraría por el báculo del papa que también lo he visto... Y al tipo alto también...

Los tres hombres acariciaban sus espadas. ¿Buscaban trifulca? Hacía un par de minutos, Lázaro se había arrepentido de no haberse puesto el hábito sobre su ropa. Ahora se alegraba de no haberlo hecho. Si querían gresca, la iban a tener.

-Espero que a tus armas no les moleste el frío, Hernán. Me parece que va a tocar bailar...

Y dejando caer el hábito a un lado, echó mano a la espada que ocultaba bajo la capa.