30 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy 40.- Leonardo


Leonardo ocultó sus armas a la espalda, bajo la raída capa. No valía la pena asustar a los parroquianos más de lo necesario. Muy a regañadientes entregó las pocas monedas que le quedaban a Salvatore.

-Las he contado, Messere... espero que vuelvan todas. Les he cogido cariño, ya ves...

-La duda ofende, ragazzino, la duda ofende...

Se acercaron a una taberna y se apostaron a la puerta, apoyados a desgana contra la pared, Servando se adelantó y se mezcló entre los parroquianos, comentando partidas y ganancias, y alabando las virtudes del juego y de los naipes, aplaudiendo las grandezas de los dados. No tardaron en aparecer un par de hombres quienes, tras analizarlo desde cierta distancia con el rabillo del ojo, decidieron abordarle.

-¿Le gusta el juego, señor?

En apenas un par de guiños y un par de frases escogidas, los hombres dirigían al italiano por distintas callejuelas y callejones, mientras que, silenciosos como gatos, Leonardo y Conrado los seguían.

27 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy 39.- Salvatore


Salvatore se despidió de las mujeres dedicándole un guiño a la joven criada. Memorizó la casa, y sopesó si sería capaz de trepar al balcón. Sí, sería. Cuanto antes encontrasen a aquel condenado ludópata, antes volvería. Y si no fuera porque le sacaba una cuarta, le molería los huesos a palos, para quitarle aquel vicio malo. Con la de mujeres que había sueltas, no tener ojos nada más que para un par de dados de hueso girando en un tapete...

Cuando al fin estuvo libre, y después de un par de chanzas sobre la "condesita", se dirigió en serio ya a Leonardo:

- Creo que lo más rápido será usar el truco del pardillo. ¿Aún tenéis algunas monedas? Juntadlas y dejadme hacer a mi, que con la cara de Conrado no iba a colar... Ahora sólo he de acercarme a aquella esquina oscura de la plazuela, fingir el habla de un gañán, y ese gesto perdido que se le pone a veces a Servando... Y comentar con vosotros, en voz algo alta que vengo a probar eso del rampono a la capital... -Dijo Salvatore, belfo adelantado, encasquetándose el sombrero y bizqueando con aire teatral…

- ¡No exageres! -dijo Conrado, dándole un empujón en el hombro que casi lo hace caer. Pero Salvatore estaba convencido de que le había hecho gracia, aunque él siempre se riese hacia dentro.

Los avariciosos trileros, jugadores empedernidos y demás escoria local no tardarían en acercarse e invitarlos, casi con seguridad hasta el sitio adonde se habían llevado a Servando...

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(El gran Salvatore, por Sherezade.)

26 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy 38.- Hernán


Ahora que estaba en frente de la puerta del monasterio, el hombre alto, no lo veía tan claro como cuando había asentido ante el plan de Lázaro.

- Que remedio… - Murmuraba para sí, al mismo tiempo que cogía aire y llamaba a la puerta - Espero que sean amables…

La mirada del hombre se elevó al cielo, le daba confianza hacer tal gesto, mientras la puerta del monasterio se abría dejando ver a un monje de pequeña estatura.

- Perdone, mi buen señor ¿Qué es lo que desea vuestra merced?
- Vengo de parte del padre Lázaro.
- ¿Del padre Lázaro? – Dijo el pequeño monje – ¿Qué es lo que desea el padre Lázaro?
- Una bonita túnica, digo un hábito para que pueda vestirse adecuadamente y un par de monedas para pagar la posada.

El pequeño monje le miró de arriba hacia abajo para terminar diciéndole.

- Tendrá que hablar con el monje Celestino – Dijo el pequeño monje invitándole a pasar – Entre señor… No vaya a ser que se congele, usted, antes de cumplir con su encomienda.

Tras un paseo por los pasillos del monasterio.

- Aquí es – Dijo el monje abriendo la puerta de un pequeño despacho - Celestino, este hombre dice no se que de un padre llamado Lázaro.

- Coge asiento, hijo.

Hernán cogió asiento mientras el hombre religioso no le perdía ojo de encima.

- ¿Que es lo que quiere el padre Lázaro?
- Un hábito para poder vestirse adecuadamente – Dijo Hernán entregándole la recomendación -
y unas cuantas monedas para pagar la posada además de proseguir el viaje.

Celestino leyó la recomendación y siguió su interrogatorio.

- ¿Y a que se debe dicha petición?
- Nos asaltaron el camino y debemos llegar a Zaragoza para cumplir con su misión religiosa.
- Ajá, ¿Y cómo se que usted me está diciendo la verdad?
- Porque si no fuera así, me sería más fácil robarlo que pedirlo. Además, ¿De qué me serviría a un hombre tan alto como yo, un hábito que le llega por las rodillas?

Celestino asentía con la cabeza mientras escribía algo en un papel.

- ¿Y el padre Lázaro necesita algo más?
- El no… - Dijo Hernán poniendo cara de pena profunda - pero, si le dieras a este humilde servidor una botellica de vino para el camino, no estaría de más.

Agachó la cabeza y termino por decir.

- Aunque a lo mejor sería mucho pedir a tan amables señores… Pero hace tanto que no pruebo nada mas que el agua que nos sirven en las tabernas…

Celestino le sonrió y ordeno al monje pequeñín que se le trajera la botella y las demás cosas pedidas. Unos minutos después apareció el monje pequeñín con lo que le habían pedido.

- Aquí tenéis, buen señor – Dijo entregándole las cosas, incluida la botella, a Hernán y acompañándole hacia la salida - Y que tengáis buen viaje.
- Muchas gracias señor – Dijo Hernán aferrándose a la botella - Seguro que el de arriba os lo pagará.

Hernán se despidió como si de un caballero se tratara del pequeño monje y se dirigió hacia Lázaro. Estaba feliz ya que tenía su botella de vino, la cual escondió al llegar donde se encontraba Lázaro

- Me han dado el dinero y la ropa… - Dijo Hernán mirando hacia otra parte y disimulando - Y nada mas…
- ¿Seguro?
- No, también me dieron suerte para el camino, creo.

El hombre empezó a caminar sin rumbo con la botella aun escondida dentro de sus ropas. Nervioso por si le preguntaban mas sobre lo otorgado. Y ansioso por poder abrir de una vez la botella de vino, ya que el alcohol era su pasión.

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Hernán, ese tipo alto, corre a cargo de Alexsparda.

23 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy 37.-Leonardo


Acompañó a las mujeres en silencio la mayor parte del camino. Podía notar los dedos crispados de la muchacha sobre su brazo. No se dignó en mirarla durante un buen trecho. No pensaba darle esa satisfacción.

Cuando al fin se volvió a ella pudo ver sus ojos brillantes a la escasa luz de las calles. ¿Estaba llorando? Leonardo sonrió. Le encantaba cómo esas criaturitas blandas eran capaces de pasar de un estado de ánimo a otro con tanta facilidad. En cierto modo despreciaba un poco a las mujeres, era una parte del carácter de Lázaro que había asumido como propia. La única mujer a la que realmente respetaba era a la revoltosa. Y llevaban la misma sangre.

Iban a  buen paso, de modo que pronto llegaron a la puerta del palacete del abogado.

-Aquí estamos, señoras. Vuestra casa...

Hizo una reverencia a la sirvienta, que miró dulcemente a Salvatore y rauda entró en la casa alejándose de su ama. María también intentó acercarse a la puerta, pero Leonardo la sujetó impidiéndoselo.

Le sujetó la barbilla y volvió a besarla, como quien besa a una niña, en una mejilla.

-Pasad una buena noche, mi niña. Mañana... Mañana volveremos a vernos, si vos lo deseáis. -Y si no, alguien le haría llegar la paga prometida como se llamaba Leonardo... -Soñad con cosas tan hermosas como vos... -No pudo evitar molestarla un poco más antes de partir. -Vuestra boda, por ejemplo...

20 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 36.-María de Quintana

Podía observar el reproche en la mirada de Leonardo. En ese momento maldijo a la criada y a si misma por haber perdido los papeles de aquella manera. Agachó la cabeza avergonzada, y apoyó su brazo en el de Leo compungida. Definitivamente, aquel hombre la había cautivado, pero él no parecía dar muestras de interés por ella. "Esta vez no valdrá solo con mi belleza, mi posición y mi buena cuna", pensó recordando a su padre, "Parece que me ha ido a interesar el único hombre que apenas repara en ello"

Se perdió en sus pensamientos mientras emprendían el camino en busca de no sabía muy bien quién. Pensó en su pobre padre, desesperado como estaba por hacer un buen matrimonio para ella. Pensó en aquella interminable lista de candidatos, en todas los actos a los que tendría que acudir en la corte, todas las veladas rodeada de gente que le repugnaba, sólo por conseguir un buen marido. Se maldijo, maldijo su posición, los títulos, las tierras...ella sólo quería poder elegir algo en su vida. Una lágrima brotó, resbalando por su cara, mas ella no era consciente de estar llorando. Rápidamente recobró la compostura, volvió a ponerse la máscara de niña cruel que hasta ahora había mostrado ante su acompañante, y con un disimulado gesto se secó la lágrima mientras esbozaba una amarga sonrisa.

Levantó la mirada y observó de reojo a Leonardo. ¡Si él supiera lo que María estaba empezando a sentir! Movió la cabeza, intentando sacarse aquellas absurdas y románticas ideas. Suspiró resignada siendo, por vez primera, realmente consciente de lo mucho que le aterraba dejar Huesca atrás - y más aun a Leonardo - para llegar a Zaragoza y hacer oficial el compromiso que su padre hubiese estimado oportuno.

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(María by Xie.)

19 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 35.-Leonardo Medina

Leonardo observó, desencantado, cómo la joven abofeteaba e insultaba a su criada. Por un momento, notó cómo una oleada de rabia le calentaba el pecho y las mejillas. Malditos nobles y sus aires de superioridad... Ahora sí que no pensaba ser benévolo en absoluto con la muchacha. La observó fríamente, y más fríamente le respondió.

-No me queda otro remedio, señora. Mi dignidad me impediría hacer otra cosa. No puedo dejar a dos damas solas en la noche. Pero tal vez tengamos que dar un rodeo. Seguimos teniendo que buscar a nuestro compañero.

Le dio la espalda, girándose hacia la sirvienta que permanecía encogida, con la mano en el rostro. Le tendió una mano. Ella malinterpretó el gesto encogiéndose más. Al final, aceptó la mano que le tendía, así que Leo le ayudó a levantarse.

-Tranquilizaos, pequeña. No os volverá a pegar...

Miró a María cargado de intención. Luego le ofreció el brazo, como con desgana, mientras tendía la mano de la doncella a Salvatore, que de inmediato la sujetó, ofreciéndole apoyo.

-Creo que podemos empezar hacia allí. En todo caso, es la dirección que debemos tomar para llevar a estas damas a salvo a casa.

14 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 34.-María de Quintana

Rabiaba ante el apelativo cariñoso que Leo le había impuesto. Fingiendo indiferencia, mas sin lograrlo, salió encontrando a la criada muerta de miedo y tiritando. Impulsada por los nervios y la rabia acumulada ante las miradas de Leonardo, levantó el brazo y abofeteó a la muchacha.

- ¡Maldita desagradecida! ¿Cómo te atreves a desobedecerme y a salir de aquí sin mi permiso? - la miró con un destello de ira en sus ojos y un tono severo en su voz - ¿Es esa la fidelidad que le tienes a tu señora? Hablaré de esto con tu señor, él se ocupará de que tengas el castigo que mereces.

Se recogió la falda y miró a Leonardo a los ojos. Al principio la expresión de éste había sido de sorpresa ante su reacción, mas ahora la miraba sin expresar emoción alguna. Los sentimientos opuestos hacia el joven libraban una dura batalla en su interior.

- Mi señor, os agradecería que me acompañaseis a casa. Dado que ni siquiera puedo fiarme de la fidelidad y compañía de la criada - dijo dirigiéndole una desaprobadora mirada - Si no tenéis inconveniente...


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María, como siempre, por Xie.

11 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 33.-Lázaro

El mercado de Huesca no estaba en su mejor momento, y las monedas que el alcalde tan amablemente le había brindado, no daban para mucho, de modo que, tras un par de vueltas, decidió desistir. Aún así su ropa no era en absoluto la apropiada para continuar con su papel, por tanto dio media vuelta y se acercó al monasterio. Lo observó, durante unos minutos. Al final se volvió hacia Hernán.

-No quiero entrar ahí.

Hernán se encogió de hombros.

-Algo me dice que si entro, no podré volver a salir. Seguro que los monjes me hacen quedarme a pasar la noche... Acabarían descubriendo el engaño. Pero con la recomendación que me dio el alcalde podría conseguir un hábito, y quizá algo más de dinero…

-¿Entonces?

-Entonces… ¿Qué hay si entras tú? Dices que el emisario de la Iglesia se encontraba demasiado cansado, poco acostumbrado como está a los caminos, por tanto se echó a descansar en la posada y te ha enviado a ti a buscar un hábito para poder vestirse como le corresponde. Te sabes el cuento, voy camino Zaragoza, me asaltaron, me encontrasteis, me escoltáis, esas cosas. No pidas nada ostentoso, desacreditaría la historia. Y si los ves generosos, pídeles algo de dinero para pagar la posada. Una cantidad pequeña. Ya asaltaremos a alguien al salir de aquí…

El hombre alto asintió y se dirigió hacia el monasterio. Lázaro se sentó contra un muro a esperarlo. Pronto, el frío le empezó a lamer los huesos. Anochecía.

9 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 32.-Leonardo Medina

 Observó cómo la muchacha se dirigía resuelta a la puerta y sonrió. Luego se volvió para guiñarle un ojo cómplice al italiano, haciéndoles un gesto a los dos hombres con la cabeza.

-Vamos a buscar a ese incorregible ludópata.

-¿Con la moza?

Se encogió de hombros y se encaminó a la puerta, seguido de cerca por sus compañeros. En la puerta lo esperaba la joven, mirándolo reprobadoramente.

-No es buena idea andar por ahí sin compañía, mi niña -Había decidido prescindir de los tratamientos, buscando una mayor confianza o intentando molestar a la muchacha, tanto daba. -Puede haber problemas, y los problemas se resuelven mejor en compañía. Más aún cuando vos parecéis atraerlos... -Continuó casi susurrándole mientras la miraba a los ojos -Lo cual no me extraña...

Miró a los dos lados de la calle, pensando hacia donde dirigir sus pasos. Por lo que él sabía, Servando podría estar en cualquier lugar. Sobre todo si ese cualquier lugar era oscuro, secreto y había cartas, dados y monedas sobre la mesa. Iba a ser una búsqueda difícil.

Encontrar a la sirvienta fue bastante más fácil. La criatura se había sentado en la calle, la espalda contra la pared de la taberna, encogida para burlar el frío.

-Hela ahí, mi niña. Sed sabia en vuestra benevolencia... Y ahora... ¿hacia dónde?

6 de abril de 2012

Persiguiendo a Amy. 31.-María de Quintana

Aquel beso húmedo y cálido en la frente la hizo estremecer. Cada centímetro de su cuerpo había reaccionado ante aquel ataque premeditado de fingida inocencia. El corazón se le encongió, y la pasión que sentía por aquel hombre estaba a punto de dar rienda suelta allí mismo. Respiró profundamente, apartando sus ojos de los de él, mientras sus mejillas se teñían de rubor.

- ¿Más tranquila, mi niña? Vamos a buscar a esa sirvienta vuestra para que os acompañe a casa antes de que oscurezca del todo. Y ya de paso...- se giró hacia los otros dos hombres - ¿buscamos a Servando, caballeros, o nos arriesgamos a la amonestación del padre Lázaro?

María no deseaba la compañía de los otros dos hombres, por lo que sin pensarlo ni un solo segundo, acercó sus labios al cuello de Leo y susurró:

- Mi señor, me sentiría mejor si fuerais vos sólo quien me acompañara. - se separó confusa y sonrojada por su inusual atrevimiento - Quiero decir que...bueno...sus compañeros me hacen sentir incómoda. - acompañó el comentario con una mirada afligida y un encogimiento de hombros. Sin darle tiempo a replicar, se giró y se encaminó hacia la puerta - ¿Me acompañáis, Leonardo?