30 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 5.-María de Quintana

Aquella falda vieja y raída se enganchaba con cada matorral que se encontraba a su paso. Hacía poco que había amanecido y había decidido salir al camino en busca de algún grupo de viajeros que pudiera escoltarla hasta la próxima ciudad. Apenas había pegado ojo aquella noche, sólo pudo dormir cuando el llanto se convirtió en un susurro ahogado, y las lágrimas se secaron en su mejilla. Los horrores de la noche anterior la habían atormentado durante las largas horas de la noche.

- Malditos bandidos... ¿qué será de mí ahora? - se lamentaba la muchacha gimoteando. El estómago le rugía, el cansancio entumecía su cuerpo. Y le asqueaba su aspecto.

A lo lejos divisó un grupo que se aproximaba hacia ella en el camino. Apenas eran 5 o 6 hombres. Su aspecto sucio y desaliñado al principio la asustó. Pero sabía que era su única opción. Esperó hasta que se aproximaron, y se adelantó un par de pasos para hablarles.

- Disculpen, amables viajeros - su voz era ligeramente temblorosa. Ahora que los tenía cerca, aquellos hombres no le inspiraron confianza alguna - ¿Podria viajar con vosotros? Este no es lugar seguro para una dama y menos si es de alta cuna. Anoche... oh... - las lágrimas asomaron a sus ojos. Su labio temblaba mientas intentaba explicar lo ocurrido - Unos malditos bandidos atacaron la comitiva en la que viajaba. Se lo llevaron todo, el carro, los caballos, mis baúles... ¡¡incluso a mi doncella!!

Los hombres la miraron de arriba a abajo estupefactos. Ella se miró las ropas; ropas propias de una doncella. En ese momento maldijo aquella idea del cambio de vestimenta. Su padre siempre había insistido mucho en que viajara en el coche familiar, pero vestida como una vulgar criada en vez de como la dama que era. En caso de asalto, ella nunca sería requerida como moneda de cambio, nunca secuestrarían a la pobre doncella: siempre se llevaban a la dama para pedir rescate por ella. Les explicó eso a los hombres, que empezaban a impacientarse por aquella intromisión en su camino.

- Soy Doña María de Quintana, hija del Señor de Quintana. Me dirigía hacia la capital, donde mi padre atiende unos asuntos reales. Iba a su encuentro después de pasar una temporada en Caspe. Y por culpa de esos bastardos me veo privada de cobijo, transporte, dinero y la compañía adecuada para que una dama de mi categoría pueda viajar. - frunció los labios en una mueca de desagrado y miró atentamente a los hombres - Os ruego que me ayudéis, que me deis protección hasta llegar a la próxima ciudad. Allí podré escribir a mi padre, y él enviará a alguien que me recoja. Y por supuesto será considerado con quienes ayudaron a su hija en este difícil momento. Es bastante generoso con sus sirvientes, mientras éstos le sean leales.

Se dio la vuelta esperando una respuesta por parte de aquel extraño grupo. No pudo ver el brillo amenazador en la mirada de uno de aquellos hombres.

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(A partir de aquí empiezan a entrar los otros jugadores/escritores. Este capítulo, así como todos los de María de Quintana, ha sido escrito por Xie.)

26 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 4.-Leonardo

 El más joven de los Medina estiró la mano sin abrir los ojos, tanteando el suelo donde se hallaba tumbado. Cerró los dedos sobre un objeto que consideró lo suficientemente sólido y, en un solo movimiento, se giró y lanzó la piedra (pues una piedra era) hacia el lugar donde sonaba la tonadilla.

-¿Te parecen estas horas de ponerse a tocar? ¿Puede alguien explicarme por qué llevamos a un bardo dispuesto a practicar a cada poco?

Por suerte para el músico, la puntería de Leonardo pecaba de incierta a primera hora de la mañana, y la piedra le pasó a casi un palmo de la cara. ¿O había fallado a propósito? El joven no tenía la más mínima intención de comprobarlo, de modo que enseguida guardó el instrumento.

-Yo es que... ya había salido el sol y... me aburría en la guardia y...

Lázaro también se había levantado. Leonardo lo miró mientras se sacudía la ropa y se revolvía el pelo. Los otros hombres también se habían despertado y alguno revolvía en su parco equipaje.

-No hay gran cosa para desayunar...

-¿Nos ponemos en camino entonces? Así quizá lleguemos a Huesca antes del almuerzo...

Leonardo asintió y en un momento recogieron campamento. No habían recorrido un par de millas, cuando vieron una figura moverse a lo lejos.

-Por ahí se acerca alguien... ¿Qué opinas, Lázaro? ¿Somos asaltados o asaltadores?

-Por la cuenta que les tiene espero que sean víctimas, porque no tengo humor para emboscadas.

-Seguro que es una trampa...

Los integrantes del grupo acariciaron las armas y otearon el camino. Solo se veía una figura... ¿Cuántas más habría? ¿Estarían escondidos esperándolos? Hacerse preguntas no llevaba a nada, así que siguieron caminando.

-Igual saben algo de la revoltosa...

-¡Calla! Capaz es ella hasta de dirigirlos...

24 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 3.-Lázaro

-¿Y si en Huesca o en Zaragoza tampoco saben nada de la revoltosa? ¿Qué vamos a hacer? Nos dirigimos a Castilla directamente? ¿Volvemos a Francia?

Lázaro suspiró. Leo podía ser un actor excelente, un luchador más que aceptable y un ladrón poco menos que mediocre, pero como optimista era un completo fracaso. Lázaro llevó la mano a la nuca, pero no llegó a terminar el gesto. Necesitaba ese baño y empezaba a estar dispuesto a matar por él.

-Aquel sacerdote en Lourdes dijo que había pasado por allí, ¿no? Y que le había contado que venía a España, aunque no recordaba si buscando las raíces de su padre o de su madre. Y, conociéndola, yo diría que padre… así que nos deja un área de… aquí a Segovia, más o menos.

-Ya podía haber sido más específica, voto a… De todas formas, el sacerdote también nos dijo que nos iba a dar asilo y ya ves lo poco que tardó en denunciar a François.

El maldito francesito. Casi les habían linchado por culpa de aquel maldito bastardo francés, que no tuvo mejor idea que...

-Se lo merecía. Era un necio y un hipócrita.

-Ya…
-¡Eso por descontado! Echáis de menos a la moza, ¿eh?

-¡Métete en tus asuntos, mentecato!

Empezaron a discutir. Eso se les daba muy bien. Si no era por el camino, era por el tiempo o por la paga, por el juego, mujeres, religión o política, tanto daba. El caso era discutir. En el fondo era buena cosa. Los agresivos paliaban su agresividad a gritos (o a golpes, cuando la cosa se calentaba demasiado) y los más dados a la dialéctica tenían dónde meter baza. Y permitía a los hermanos Medina echarse a un lado y planificar el viaje, el asalto o lo que tuvieran en mente.

Lo malo era que los gritos atraían a los asaltadores como la miel a las moscas, pero por suerte ese día debían estar de descanso porque no se cruzaron con ninguno. El camino transcurrió tranquilo hasta la puesta de sol, montaron el campamento y organizaron los turnos de guardia. Lázaro supervisó la operación, observó como el primero de la noche ocupaba su puesto y se envolvió en la manta para intentar evitar el frío que amenazaba con morderle hasta los huesos.

-Y, por el Altísimo, que alguien le quite los dados a Servando… ¡La última noche le oí apostándose el desayuno con una ardilla!

22 de enero de 2012

The Pantheon (Bastion Soundtrack)



Gods ain't gonna help you son
you'll be sorry for what you done
them gods gonna hurt you son 
when you play with a loaded gun
when you play with a loaded gun

They ain't gonna catch you when you fall
you'll be pleading while you're bleeding

They ain't gonna hear ya son 
don't care about what you done
they ain't gonna help you son 
you'll be sorry for what you done
be sorry for what you done

Old Pyth, cranky old bull
make you sorry for what you done

Hense, in a black veil
gonna prick you for what you done

Roathus got you empty
got you weeping for what you done

(I say?) mother, lonely old gal
tear your heart out for what you done
tear your heart out for what you done

They ain't gonna catch you when you fall
you'll be pleading while you're bleeding

Them gods gonna hurt you son
you'll be sorry for what you done
you'll be sorry for what you done

20 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 2.-Leonardo

-Quizá en la capital hayan oído algo de la revoltosa. Conociéndola, seguro que no ha podido evitar pasar por una gran ciudad.

Leonardo estaba harto de caminar campo a través, de dormir al raso y de evitar patrullas y salteadores. Él también tenía ganas de pasar por una ciudad grande. Se había acostumbrado enseguida a la buena vida allá en el norte de Francia, cuando se había hecho pasar por un noble castellano haciendo turismo. Le gustaban las camas blandas, las suaves sedas y los guisos especiados. Le gustaba no tener que madrugar por las mañanas, tener un baño caliente a su disposición a cualquier hora del día, el frufrú de las faldas de las sirvientas cuando recorrían los pasillos y la dorada laxitud que le permitía toda la recua de sirvientes que tenía a su disposición, dirigidos eficazmente por Lázaro, que había demostrado que, si se lo proponía, podía pasar por un jefe de guardia, ayuda de cámara y mayordomo perfecto. Nadie había desconfiado de tan distinguido caballero ni de sus acompañantes, y eso también le parecía magnífico: la sorprendente confianza que le habían demostrado los otros nobles, el pueblo, proporcionándoles ropa y alimentos a crédito sólo porque creían que era noble y no tendría problemas en pagar todo ello con creces…

Sí, Leonardo echaba de menos su fingido pasado noble, a pesar de que no había durado demasiado. La suma a deber crecía día a día y con ella, la confianza de sus acreedores disminuía. Y para colmo, la Revoltosa no soportaba tener que vivir de las mentiras y las artes escénicas del joven, se había cansado de fingir con ellos, y había decidido marcharse a la buena aventura sin contar con los dos muchachos.

Pero ninguno de los dos hermanos Medina pensaba pasarse sin ella. Sí, es cierto, tuvieron que dejar el lugar ocultos en la noche para evitar a los acreedores y a la pequeña turba que había decidido que llevar a un par de impostores a la hoguera podría ser un buen entretenimiento, pero principalmente habían empezado su viaje hacia el sur buscándola.

-Si hay casinos en Huesca, es mejor que te quedes fuera. Si te vuelven a desplumar, yo no te conozco.

-Ni yo…

-A mí no me mires, Servando, no seré yo quien te preste dinero esta vez…

Con las quejas de Servando como banda sonora, el grupo volvió al camino y enfiló hacia el sur. No iban a llegar a Huesca hasta el día siguiente y Leonardo maldijo entre dientes por tener que pasar otra noche bajo las estrellas.


-¿Y si en Huesca o en Zaragoza tampoco saben nada de la revoltosa? ¿Qué vamos a hacer? Nos dirigimos a Castilla directamente? ¿Volvemos a Francia?

18 de enero de 2012

Persiguiendo a Amy. 1.-Lázaro

Lázaro se rascó la nuca, revolviéndose aún más, si cabe, el pelo. Lo hacía siempre que se paraba a pensar. Y lo cierto era que en ese momento necesitaba pensar. Llevaban un par de semanas en Aragón, fingiéndose partidarios de uno u otro bando según les conviniese, haciéndole creer a las gentes del camino que apoyaban a uno u otro ejército, a uno u otro grupo armado e, incluso, apoyándolos con las armas de ser necesarios, solo por avanzar, por sobrevivir y, por qué no, por ganarse la soldada. No les había ido mal, apenas habían sufrido bajas por el camino. Tan solo el francesito repelente, que no logró pasar de Lourdes y a quien Lázaro no iba a echar de menos en absoluto, y el joven italiano, que cayó en la última refriega. Lázaro buscó a su hermano con la mirada al recordar al italiano. Había hecho muy buenas migas con el otro, y estaba seguro de que sentía su ausencia… pero no había dudado a la hora de dejarlo atrás. El que caía, se que daba atrás, sin excepción. Eran las normas. No se esperaba por nadie…

Lázaro pensó qué habría hecho si el que hubiera caído fuese Leonardo. Quería pensar que sería lo suficientemente fuerte como para abandonar a su hermano y seguir adelante, acabar con aquello de una vez y luego volver a por él, aunque sabía que no lo haría. Habría mandado al cuerno a los demás, al resto del grupo, y se habría quedado con su hermanito. A fin de cuentas, sin él aquello no tendría demasiado sentido.


-Oye, Leo… ¿tú qué dices? ¿Bajamos a la capital o nos encaminamos hacia el oeste directamente?

Leonardo pestañeó volviendo a la realidad y se encogió de hombros.

-¿Qué más da? Cualquier cosa menos volver a Jaca de nuevo. No hacemos más que dar vueltas, hemos entrado como cinco veces a la ciudad. Y nadie sabe nada de ella, estamos perdiendo el tiempo. A lo mejor vino por Cataluña, a lo mejor… No sé, pero hemos perdido la pista de nuevo. Tú decides.

Lázaro volvió a rascarse la nuca, pero enseguida retiró la mano. Tenía el pelo sucio del polvo del camino y el sudor. Realmente sucio. Necesitaba un maldito baño desde hacía casi una semana.

-Supongo que podemos volver a Jaca esta noche. Al menos allí podremos dormir bajo techo antes de continuar el camino.

Y darse el maldito baño. Caliente, a ser posible. En ese momento Lázaro habría dado todo su capital por un baño caliente.

-Hablad por vos, señor… A mi apenas me quedan… -El hombre que había hablado rebuscaba ahora en su bolsa. –Veinte denarios. ¡Por la misa que hoy me toca volver a dormir al raso! Puestos a ello, prefiero hacerlo avanzando camino.

-Si no hubieras apostado todo tu dinero…

-Ya sabéis lo que dicen… no siempre se gana… Del mismo modo, no se ha de perder siempre. Llegará el día en que cambie mi suerte, sí señor.

-Vamos, Servando… La última vez tuvimos que prestarte hasta ropa… -Leonardo se echó a reír y el hombre se quedó refunfuñando sobre la mala suerte y los tramposos.

-De modo que volvemos al principio. ¿Zaragoza?

-Sea. Quizá en la capital hayan oído algo de la revoltosa. Conociéndola, seguro que no ha podido evitar pasar por una gran ciudad.

-¿Pasaremos por Huesca?

-Sí. Necesito un baño y dudo que lo encuentre en el camino…

Los hombres se rieron tomando la desesperación de Lázaro por un simple chiste. Que se rieran. Él pensaba conseguir ese baño tan pronto llegar a la ciudad oscense, aunque tuviera que dedicarse a allanar casa por casa hasta encontrarlo…

-¿Alguien sabe si hay casinos en Huesca?

16 de enero de 2012

Errepés y cosas nuevas

Bueno bueno bueno...

Ahora que se ha terminado el 2011 y el "elige tu propia aventura"... y dado que el año pasado he escrito bien poquito... Se abre, aquí y ahora, un buzón de sugerencias. ¿Qué queréis leer? ¿Qué tipo de historias? ¿Qué queréis que haga? No me voy a desnudar, eso tenedlo claro, porque hace un frío de mil demonios... Pero, en lo que a escritura se refiere, se acepta todo tipo de sugerencias: títulos, guiones básicos, estilos, absurdos, colaboraciones, promociones, estetoscopias, poesías, ornitorrincos y peticiones varias.

Mientas veis y os decidís, creo que voy a colgaros, a los poquitos, una historia que fuimos errepeando entre varios en los foros de Los Reinos Renacientes, hace ya más de un año (madre mía lo que pasa el tiempo...). Me faltan un par de personas por confirmar su permiso para postear sus partes, así que igual las reescribo a mi bola, igual soy mala y os las copio igual (estoy pensando en algunos trozos en concreto...) y así de paso igual hasta termino la historia, que nos estaba quedando curiosa.

Hale. La zona de comentarios es vuestra. =D

14 de enero de 2012

Epílogo - Las fotos, las dichosas fotos.

-Correo.
-¿Qué? -Sombra palideció al ver al Gato entrar en la habitación y tirar el paquete sobre la cama.
-¡Eh! ¡Tranquilo! Lo manda gente de confianza. Les pedí que se pasaran por nuestras casas y nos mandaran el correo, nada más. -Como Sombra seguía mirando el abultado sobre como si fuese un alienígena, se encogió de hombros. -Puedes tirarlo directamente si quieres. -Sonrisa cínica. -Total, seguramente solo serán facturas.

Él tenía en la mano varios sobres que abultaban cada uno tanto como tres veces el suyo. Apoyó un pie en la silla y se sentó sobre el escritorio, abriendo el primero de ellos. Mientras, Sombra se decidió a coger el sobre y abrirlo. Desde que habían dejado el apartamento camino al aeropuerto... Más bien, desde que había cogido el maldito paquetito blanco con las llaves, aquel día, vivía con el corazón en un puño. Se sobresaltaba como treinta veces al día y una de ellas tentado estuvo, incluso, de pedir auxilio porque un tipo le miraba demasiado. Veía peligros en cada esquina, fantasmas bajo la cama y monstruos en el armario.

Y bombas nucleares en los paquetes, aunque fueran con forma de inocentes llaves. Al final, Gato tenía razón, casi todo eran cartas del banco y facturas. Y...

-¡Hostia!
-¿Te ha tocado un viaje al Caribe por ser el cliente un millón de una revista de ganchillo?
-No...

Le enseñó un paquete pequeño, más o menos del tamaño de una cajetilla de tabaco. La coincidencia le produjo un escalofrío de alarma, pero conocía la letra con que estaba escrita la dirección, vaya si la conocía... Era la suya. Lo que significaba que aquello solo podía ser... Rasgó el papel con urgencia. No era un paquete blanco, en relidad sí que era una cajetilla de tabaco. Y dentro...

-La tarjeta.
-La puta tarjeta.

El Gato le tiró la cámara, que estaba sobre la mesa, y en unos segundos ya tenía la tarjeta colocada. Encendido. Ver imágenes.

-Demasiado pequeñas... ¿Tienes el portátil a mano, Gato?
-Creo que tengo algo mejor.

Ya había rasgado un par de sobres y sonrió, abriendo un paquete del tamaño de un libro. Desempaquetó una tablet y se la tendió. Sombra no se sorprendió.

-¿Lee tarjetas de memoria? Mejor que la uses tú...

Volvió a desmontar la tarjeta y se la dio, sentándose en el escritorio también él. La primera foto no tenía nada de especial, era la típica de cualquier día de fiesta: el reloj de la plaza que marcaba las 10:16. Había llegado tarde. Un árbol con gotas de lluvia iluminadas por el flash. La calle oscura y dos figuras a lo lejos con abrigos cortos. Gato y Xavi habían llegado aún más tarde. De nuevo el reloj: las 10:25. Los otros 3 de espaldas, dos abrigos y una chupa de cuero, bajando de nuevo por la calle. Gato saludando a una chica. Un primer plano de la muchacha, que apartaba la mirada, cohibida. Otras dos más, la mano en alto, intentando taparse. Zapatos. La calle. El restaurante. El reloj del Gato: las 10:47. También allí llegaban tarde. La novia de Xavi. Un beso. Más zapatos. Un picado de la esquina de la mesa. Un contrapicado de Daniella...

Recordaba esa parte de la noche, no le interesaban. Fue pasándolas, pues, sin pararse demasiado en ellas, aunque lo hubiera hecho en condiciones normales. Algunas eran muy buenas. Sonrisas perdonavidas del Gato. Xavi y Daniella despidiéndose. Una foto de los 4 que, obviamente, no había hecho él, quizá Daniella. El reloj de Xavi: las 00:14. Una calle. Más gente... Ahí comenzaba su vacío. Más o menos con la foto de esos dos soportales.

Las fotos siguientes tampoco le decían nada, aunque las pasó más despacio. La puerta. La discoteca. La cola. Varias tomas de la go-gó.

-¿Estaba buena, eh, Sombra?

El Gato se reía de él, así que no le hizo ni caso. Siguió pasando las fotos, observando a la gente, hasta que algo llamó su atención. Volvió a la anterior y se la señaló al Gato.

-El fiambre.
-El fiambre. Tu amiguito.

Salía en un par de fotos más, unos metros más allá, pero siempre mirando a la cámara. En la última, estaba más cerca, caminando hacia ellos.

-Y ahí es cuando te largaste con él, volviste una hora después y me calzaste. Y te echaron.

No había fotos de eso. Sombra hizo una mueca mientras siguió pasando las fotos. Estaban todas borrosas o demasiado oscuras para ver nada. En la única lo suficientemente aceptable se veía un plato lleno de nueces sobre una mesa. No conocía ni la mesa ni el plato, no le sonaban de nada.

-¿Y todo ese lío para esta bazofia? Yo que te hacía un buen fotógrafo...

Siguiente. Siguiente... En una se veía una figura con el pelo azul, pero cuando se la señaló al Gato, éste negó con la cabeza.

-No tiene por qué ser Claudia. Con lo borrosa que está esa foto podría ser cualquiera. Podría ser un tío. Una señal, incluso.
-Es una tía, Gato.
-Es una mierda de foto. Punto.

Más fotos borrosas. Más fotos oscuras. Sombra ya estaba dispuesto a sacar la tarjeta cuando aparecieron un par más, algo aceptables. Unos bultos en el suelo, que bien podrían ser personas.  Una calle que no conocían. El padre del Gato saludando al difunto. Los dos entrando a un coche. La cruz luminosa de una farmacia con la hora: las 6:12. Otra foto, borrosa y oscura, de dos tipos demasiado grandes, demasiado cerca. No necesitaron más nitidez para saber que eran dos de los matones que los habían estado persiguiendo.

-Tu padre...
-Mi padre...

La habitación quedó en silencio durante varios largos minutos. Muchos. Y muy largos. Al final fue el Gato quien rompió el silencio. Sonrió, como era habitual en él, cual si fuera a comerse el mundo, y le espetó:

-En el local del final de la calle dicen que también tienen muy buenas go-gós.

Recogió el correo de encima del escritorio y recuperó su tablet de manos de Sombra. Le hizo un gesto desde la puerta.

-Nos vemos luego.

Y se fue, llevándose la tarjeta.
A Sombra solo se le ocurrió maldecir.

Encuesta epílogo.

¡Y esta es vuestra decisión final!

a) Las fotos de la cámara

  4 (57%)
 
b) Las nueces
  1 (14%)
 
c) El favor de Ella
  1 (14%)
 
d) Las fotos del piso
  0 (0%)
e) El cadáver
  1 (14%)
 
f) ¿Algo diferente? Comentad.
  0 (0%)


Votos hasta el momento: 7
Encuesta cerrada 

9 de enero de 2012

Sombra. (No, aún no es el epílogo, tal vez un prólogo.)



Llevaba pantalones vaqueros ajustados oscuros y un abrigo negro corto. Un punto de estilo. Barba corta, pelo ni corto ni largo, un poco despeinado.

Lo estuve siguiendo con la mirada una parte del evento. Desde que, al cruzarme con sus ojos, supe que era él. Y lo perdí de vista un millar de veces, dado que no era a él a quien tenía que vigilar, pero siempre volvía a la barandilla que había frente a mí. Era un buen sitio para hacer fotos. Todos los fotógrafos volvían allí.

A cada poco recolocaba la bolsa que llevaba colgada del hombro, se pasaba la mano por el pelo para echarlo hacia atrás, revolviéndolo aún más. Un cierto aire de despiste, se cuela entre la gente, pregunta a uno de los voluntarios y le señala la puerta del fondo. No se fía y se acerca al siguiente que señala al mismo lugar. Pregunta a un tercero. Es él, no hay duda. ¿Por qué nadie más lo ve? Porque nadie lo conoce como yo, supongo.

-Hola, ¿te importa si te hago una foto yo a ti?
-¿A mí? No, claro... Pero luego me dejas hacerte una a ti.
-Gracias.
-Pero yo no soy de las rondallas, no tengo nada que ver con esto... Ha salido mal, ¿verdad?
-Movida. Ya lo sé. Es que, ¿sabes? Estoy escribiendo una historia.
-¿Ah, sí?
-Sí. Y eres mi protagonista.
-¿Yo? -Ojeada al móvil. -Hago las fotos mejor de lo que salgo en ellas...
-Ya bueno... Tú, tú, no. Pero eres tal y como se supone que es él.
-¿Y eso?
-No lo sé...
-¿De qué va la historia? -Desisto de las fotos.
-Pues es un fotógrafo...
-Qué casualidad. -Sonríe.
-Y bueno, así resumido, se mete en líos.
-Bueno, yo no suelo meterme en líos.
-Ya, mejor.
-Aunque debería meterme en más... Oye, tengo que irme. Ciao.
-Ciao.

Cierro los ojos y lo veo bajar embalado a la ciudad y correr a casa. Deja la cámara y las llaves del coche en la mesa de la entrada. La cámara buena. Va a la habitación y coge la otra cámara, la no tan buena, saca una tarjeta de memoria del cajón y vuelve a echar a correr hasta el ascensor, donde coloca la tarjeta, y de ahí a la plaza.

Ha quedado con el Gato, llega tarde. Y las fotos de hoy no las verá hasta mañana, cuando se despierte con una resaca monumental, sin acordarse de mí ni de la mitad de la noche. Y el teléfono empiece a sonar...

Hoy hay luna llena y supongo que, en días como hoy, la magia se rebela y los personajes huyen del papel, la tinta se pasea entre la gente. Siempre es desconcertante y en cierto modo aterrador cruzarse con tus personajes.

No existes. ¿Qué haces aquí?